jueves, 10 de marzo de 2016

Número 111. Andarás perdido por el mundo: su voz

Cartel del antiguo local Asociación Cuatro Ocas


A la hora de comentar El Chino de Cuatroca barajo varios subtítulos sin decidirme por ninguno, pero los últimos acontecimientos del barrio, que totalmente a propósito no enlazaré con noticia oficial o afín, me animan a titular este comentario: su voz. La voz de los inmigrantes del barrio: de los ecuatorianos y dominicanos, protagonistas del cuento, de los chinos y filipinos, que tienen su pequeño papel, e incluso de aquellos otros que no están, pero a los que Esquivias ha dado voz al meterse en la piel de uno de ellos. 




Vivimos en un barrio multicultural, aunque quizá sería más preciso decir multirracial, porque en cuestiones culturales el que más y el que menos bebemos hoy día de las mismas fuentes. «El colegio de Juan parece la ONU, salen de todos los colores», solía decir mi padre hace años, y no puedo por menos que recordar sus palabras nada más pisar la calle. 

El protagonista ha ido a colegio religioso, quizá uno de los más antiguos y con solera del barrio, barrio que en otro tiempo tuvo pequeños colegios privados situados en bajos y entresuelos que desbravaron a generaciones de tetuaneros. En el edificio de los salesianos de Estrecho —Óscar nos lo recuerda en un comentario— estuvo durante la guerra civil el cuartel del Quinto Regimiento, y en el barrio todavía queda memoria lejana de ello, aunque lo hayamos aprendido en libros y enciclopedias sobre la historia de este barrio del norte de Madrid, enorme, diverso y populoso. 

La calle de Bravo Murillo, en otro tiempo carretera de Francia, divide en dos el barrio, los pobres de los ricos, los de toda la vida de los nuevos centros financieros construidos sobre solares que no hace tanto alimentaron cebadas y algún merendero donde pasar las tardes de verano. 

Cuatro Caminos en 1934. Al fondo el Titanic.

Por el sur se abre la avenida de Reina Victoria que lleva hacia la Universitaria, en otro tiempo zona de expansión de cierto Madrid con posibles que podía permitirse vivir «en el primer ojeo del Pardo», según dicho de la época. Por allí tuvo casa donde ir a relajarse Ramón y Cajal, de la que hoy no queda ni el recuerdo, y muy cerca la casa-estudio del pintor Marceliano Santa María, todavía en pie, que parece conservada para rodar en ella películas de miedo.

Volviendo a la glorieta de Cuatro Caminos —otra Puerta del Sol de Madrid, que el nombre ya lo dice, y a la que muchos llaman Kuatroka— nos encontramos en el arranque de Reina Victoria con un edificio, que hoy pasa casi desapercibido, pero que cuando se construyó, muy reciente aún el hundimiento del Titanic, los vecinos no dudaron en bautizarlo así, porque sin duda y visto desde abajo se asemejaba a la proa de un imponente transatlántico varado en medio de aquella meseta. Allí, donde yo por más que miro solo veo oficinas, sitúa Esquivias los cendales de la vivienda de lujo de una pareja tópica de mariquitas con los roles muy definidos, padres de una niña de cuatro meses, a la que por esos caprichos que tienen algunos progenitores modernos pretenden enseñar chino desde los primeros susurros. 


Calle Topete

Recorrer la calle Topete, donde el prota va a recalar en un piso de dominicanos, es sumergirse en cierto modo en ese país caribeño. Un mundo en el que sus protagonistas no dudan en hacer tertulias en plena calle, al abrigo de los colmados de productos latinos, de pastelerías con escaparates que exhiben golosinas que parecen de pega, pero que deben estar hechas con el más dulce de los azúcares. ¡Azúcar! Los dominicanos tienen fama en el barrio de ser marchosos, y suelen llamarlos para dar color a las cabalgatas oficiales. También tienen fama, todo hay que decirlo, de ser un poco pendencieros y de mostrarse a veces desafiantes, sobre todo cuando les disputas una plaza de aparcamiento o les recuerdas en el ascensor del mercado que deben subir sus carros de mercancías en el montacargas. Hace algunos años, cuando todavía había cines en Bravo Murillo y yo pasaba los domingos con mis hijos camino de la sesión de la tarde, me sorprendía alguna riña doméstica en plena calle, donde la mujer reprochaba al hombre haber tomado más de la cuenta y no darle por tanto ni un duro más. De las numerosas peluquerías latinas, en plena ebullición los domingos por la tarde, salía el vaho de los secadores, olor dulzón a laca y el murmullo alegre de las voces de quien se prepara ilusionado para una fiesta. 

Plaza del Poeta Leopoldo de Luis

«¡Atención! —avisan en Twitter— identificaciones en la plaza Leopoldo de Luis». Esta plaza, espacio abierto donde en otro tiempo hubiera una manzana de casas bajas y populares, erizado ahora de los respiraderos del aparcamiento que hay debajo, espacio degradado que no logra despegar a pesar de todos los esfuerzos, es lugar de encuentro de dominicanos, a donde la policía suele acudir a hacer redadas. El pasado fin de semana hubo pelea en el barrio, policías fuera de servicio y dominicanos disfrutando de la noche del sábado, compartiendo el mismo espacio, alcohol y testosterona a partes iguales. 

«¿Vivimos en el infierno?», le pregunté a Óscar tras acabar Viene la noche. No recuerdo qué me contestó, pero es seguro que a los dos nos gusta sentir el pulso del barrio, y él sabe llevarlo al papel con trazo firme y ameno.

Comentario de Andarás perdido por el mundo para La Acequia.

10 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente manera de contextualizar esta lectura, muy necesaria para comprender el texto. Gracias también por el reportaje fotográfico.

pancho dijo...

De la lectura se desprende que el autor conoce bien el barrio, o bien porque ha vivido en él o su equipo de documentación es perfecto.
Bonito texto.
Un abrazo.

Unknown dijo...

¡Preciosa la foto del edificio Titanic! No la conocía. Y estupendo el texto. Mil gracias, Carmen. No recuerdo qué te contesté. Vivimos en el Paraíso y también en el Infierno, todo está mezclado en esta vida y yo no espero encontrar ninguno de estos territorios en el Más Allá.
Y gracias a ti también, Pancho. Mi "equipo de documentación" soy yo mismo (y un par de piernas que me llevan de aquí para allá y me permiten colarme en los sitios que me interesan, je, je).

Abejita de la Vega dijo...

Algo conozco de tu barrio, de cuando cogía el autobús en Alenza. También lo asocio con la novela "Viene la noche" también de Óscar Esquivias. Aquel "Arbolito de naranja" con nostalgia de Guayaquil, con ecuatorianos de verdad porque el de ahora es español de padres ecuatorianos y se hace pasar por chino. Es muy duro el desarraigo. Desarraigo y supervivencia en un relato con mucho humor no exento de amargura. Qué ridículo el falso chino, qué ridícula la pareja de homosexuales que pone profesor de chino a un bebé. Lo que hay que hacer para pagar el alquiler de una habitación. Todo por setenta euros.

Te acompaño en tu paseo. La mejor guía. Un abrazo, Carmen.

La seña Carmen dijo...

Alenza queda en la parte noble, Kuatroka es otra cosa.

Lo de los padres que pretenden que su hija aprenda chino desde la infancia me ha parecido todo un logro, todo un hallazgo en la narrativa de Óscar, que supongo que conocerá a algún padre así. Cuando supe de una pareja, muy aplaudida en su entorno, que había decidido que el padre solo hablara al niño en inglés, siendo él castellanohablante nativo y viviendo en Madrid, para que el niño fuera bilingüe, no salí de mi asombro. Luego he sabido que es moda entre las nuevas generaciones de cerebritos y que son muchos los que pretenden que sus hijos sean bilingües hablándoles desde los pañales en inglés de la Oxford School. No sé en qué lengua les contarán el padre o la madre esos cuentos con los que nos han acunado a todos. Igual lo moderno es recurrir a chinos de pacotilla para cumplir esta función.

En fin, uno más de nuestros muchos complejos.

Abejita de la Vega dijo...

Para ser noble es, o era, muy cutre Alenza. Al principio de mi aventura madrileña salía por la boca de metro de Cuatro Caminos, creo que a la Glorieta. Conocí a la reina Victoria, donde estuve en una boda, la más hortera que he visto en mi vida, y sabrás de lo que hablo. También a don Raimundo Fernández Villaverde, a la calle Orense donde alguna vez degusté unos afamados y grasientos emparedados, ya sabes. Pozanos, Ríos Rosas, Maudes. Ahora creo que sabría andar por ahí. Con el tiempo aprendí que podía salir por la boca de Maudes y no tenía que andar tanto. Recorrí callejas de cuyo nombre no puedo acordarme. Tetuán Tetuán no conocí.

En cuanto a lo de aprender la lengua de origen en el caso de niñso adoptados me parece muy bien, pero ridículo con un bebé de meses y más con teorías pseudocientíficas de las que apasionaban a doña Emilia.

Conozco un caso parecido al que citas. Sé de una madre española profesora de inglés que ha hablado toda su vida a su hijo en la lengua de Shakespeare, algo artificial y forzadísimo que al parecer no ha dado malos resultados prácticos. El nene lo tiene muy fácil como profesor de inglés, la lista de interinos favorece totalmente a los que poseen titulación de alto nivel de inglés. Aún así estoy contigo, en lo de los cuentos y demás.

Hablando de otra cosa, me ha resultado extraño que hayas usado cierta palabra...

Besos, Carmen, me voy al gmail.

La seña Carmen dijo...

Entre los profesores de idiomas hay casos que llegan a asimilar tan bien la lengua que enseñan que llegan a vivirla, y pasa a ser su primera lengua. En estos cosos, como en el de las parejas mixtas que optan por una única lengua familiar es hasta comprensible, y de sus resultados prácticos, sobre todo de cara a una entrevista de trabajo, no pongo en duda lo más mínimo.

Ele Bergón dijo...

Mi primera estancia en Madrid, cuanto tenía siete años fue la calle Orense, en el número 25. mi tía vivía allí, en el último piso y a mí lo que más me gustaba era el asomarme a la terraza, para ver un poco el horizonte con las grúas que estaban haciendo casas nuevas. Me imagino que esa parte es la que dices ahora es el barrio rico. Sin embargo mi cuñada vive en la calle de Pinos Alta y esas calles empinadas que suben y bajan hasta Bravo Murillo, creo que debe de ser el barrio donde se puede situar al Chino de Cuatro. De cualquier forma, es un barrio que siempre me ha gustado, por ser el primero de mi estancia en la capital .

Óscar Esquivias sabe muy bien describir este barrio del centro, podríamos decir, de Madrid donde viven y transitan gentes de todas la razas y culturas, como ocurre en Lavapies, pero también puede ser en Carabanchel, Orcasitas, Villaverde, San Cristobal de los Ángeles, San Blas, Vicávaro y tantos otros barrios....es la vida que transcurre en estos últimos años de nuestro siglo XXI

En fin, que me he enrollado.

Besos

La seña Carmen dijo...

Efectivamente, el barrio nuevo y rico es esa parte de Orense, Perón, hasta la Castellana, antes Generalísimo, con perdón.

Óscar nos ha situado la acción entre Estrecho y Cuatro Caminos, lado izquierdo de Bravo Murillo, en el barrio llamado de Bellas Vistas. Pinos Alta (uno de los cuentos de Pampanitos pasa por allí) está más al norte, en Valdeacederas, y efectivamente ese barrio es un auténtico laberinto donde yo me he perdido más de una vez, vamos, pero perderse de eso de tener que preguntar a dos o tres para situarse. Lo de los toboganes es otra de sus características, en cuanto dejas Bravo Murillo el resto es un sube y baja.

En cuanto a migración, creo que cada barrio de Madrid tiene una peculiaridad.

En el próximo capítulo hablaremos de...

Myriam dijo...

Después de que leí "Viene la Noche"
la primera vez, porque lo hice dos,
la siguiente vez que viajé España,
recorrí bien las calles de Madrid
que mencionaba Oscar allí y en este relato.
Y además de revivir sus relatos, observando
a los personajes de carne y hueso,
más de una vez esbocé una sonrisa,
recordando lo leído.

Besos