martes, 24 de noviembre de 2015

Número 96. El mudejarillo: refranes que son nada

Díficill y necesario acercarse a un estilo tan peculiar como el que presenta Jiménez Lozano en su novela El mudejarillo. De hecho, el encanto de esta novela que consigue atrapar entre sus lí­neas y palabras al lector, es, precisamente ese estilo tan peculiar.

Sencillo, desde luego, pero nada convencional, Jiménez Lozano se salta todas las reglas, o al menos las costumbres, de la narrativa clásica y experimenta, hasta con las letras, pasando por la sintaxis, para recrearnos la vida en el reino de Castilla en el siglo XVI y la vitalidad de un hombrecillo que con el tiempo resultará un santo, un místico y uno de nuestros mejores poetas clásicos.

rosal sobre piedra

En la entrada anterior nos llamaron la atención las enumeraciones, que son varias a lo largo de la novela; Jiménez Lozano casi abusa de ellas, pero en ningún momento llega a cansar, al contrario, las palabras, puestas machaconamente unas a continuación de otras, van construyendo un paisaje, un modo de vivir, o un actitud ante la vida:
Que esta era la conversación muchos días, cuando estaban descansando bajo un árbol de las faenas del día: y tenía que ser capataz de ellos porque entendía mucho de garbanzos, cuando los recogían. Y de guindas, cuando era el tiempo; y de rebojillos de pan, cuando se los daban; y de agua, y de sombras, y de estrellas, y de plantas, y de hierbas, y de ayunos y de penitencia, y de alegrarse y de padecer, y de leños y de espesor...
Cada palabra con su compañera, como si la soledad no fuera con las palabras, al menos no en la vida de Juan de Yepes.

«Y de guindas, cuando era el tiempo; y de rebojillos de pan, cuando se los daban». Hay varias frases en la novela que nos recuerdan refranes sin serlo. Varias frases claramente sentenciosas que vienen a afirmar ese espí­ritu de su autor putativo, introducido magistralmente al final de la novela: el señor Miguel, los apellidos sobran. Veamos algunas de estas frases:
  • Pero dineros llenan simas y todo se allana con ellos (p. 22)
  • Pero echada de gato y voz de inquisidor atemorizan nuestros corazones (p. 75).
  • Honor de poeta y amor de monja aire son y se van como se vienen (p. 139).
El dinero hace lo malo bueno decía Hernán Núñez, y tambiénLos dineros hacen dueñas y escuderos, y A las barbas con dineros, honra hacen los caballeros, y Amor hace mucho, el dinero lo hace todo, y Dineros en manga, tanto vino como agua, y El dinero hace al hombre entero, y Más ablanda el dinero que palabra de caballero, y Más vale vieja con dineros que moza con cabellos, y No hay amigo ni hermano si no hay dinero de mano, y Quien dinero tiene alcanza lo que quiere, y Quien dineros y pan tiene consuegra con quien quiere, y Sobre dinero no hay compañero, y tantos y tantos más. Demasiados refranes acerca de la necesidad del dinero en un tiempo en el que la mayor parte de la población pasaba hambre. 

gato tranquilo junto a una pared de piedra y florecillas


Los gatos también tienen su lugar en la historia, ese animal que no puede faltar en ninguna casa —en alguna cultura son claramente sus protectores, dispuesto a comerse todas las sobras y algún que otro roedor:
—¿Es que no hay gato en vuestro pupilaje?
—Ni por pienso ni figuración; que como no se alimente del olor de la olla, otra cosa no comería. 
Ningún perro lamiendo engorda y hasta los gatos pasan hambre en tiempos de necesidad, pero los gatos guardan también malas mañas dentro de sí: Haz fiesta a la gata y saltaros ha a la cara, El gato de Marcos Ramos, halaga con la cola y araña con las manos, Uñas de gato y hábitos de beato... Aparecieron los hábitos, hopalandas y gorgueras de aquellos hombres de negro: la Santa Inquisición. ¿Quién, incluso siendo santo, o precisamente por serlo, no temió enfrentarse a aquel tribunal?

Alguno concluyó que todo era aire, nada, pero el refrán que corría por las calles en tiempos del frailecillo era un poco menos decible, y aun menos escribible: Amor de monja y fuego de estopa y viento de culo, todo es uno, y también Amor de monja y pedo de fraile, todo es aire (Correas). Esos amores de monja, que salpican la aventura del frailecillo en su huida de la cárcel y Tantos días que se van como se vienen (Correas) y que hay que aprovechar.
Y que llevaba prisa el amador:
—¡Como que salía de corral de monjas!
—¡Date, date! ¡Amor de monja!
Repetir y repetir, Jiménez Lozano nos lleva sabiamente con una mano casi escolar, llena de anáforas, hacia lo que verdaderamente importa. No faltan los juegos de palabras, juegos de niños que nos recuerdan la propia poesía de Juan de la Cruz, ese «no sé qué que quedan balbuciendo», con el que nos machacaron nuestros profesores de literatura: 
Y otros añadieron:
—De gente del común.
—De casta baja.
—Y algunos dicen que dicen si no vendrá de judíos o sarracenos.
—Eso dicen.
—Dicen.
—O dicen que dicen.
—Y cuando dicen, dicen.
—Y dicen que hace versos —apunta un canónigo. 
Y si dicen que dizan, porque el frailecillo a lo suyo, que en realidad es nada. Nada, sin duda la palabra más repetida en el texto. ¿Cuántas veces aparece? Google las cuenta por nosotros, son más de 40. El poder de convicción de una sola palabra: nada.
Y fray Juan siguió hablando y hablando de guindas y garbanzos hasta que no les supo la boca a nada, ni el pensamiento a nada, ni la imaginación ni nada, y los ojos como si no vieran nada, y el olfato como si no oliera nada, y las manos como si no sintieran nada, y ya no querían nada, ni esperaban nada. 
—Nada —decía fray Juan.
—Nada —decía el otro frailecillo.
—Nada.
—Nada.
—Nada.
Y nada de nada hasta que se pusieron muy contentos, y luego también hasta que no estaban contentos, ni tristes, ni nada de nada, y tampoco podían decir nada.
—Ni la n.
—Ni la a.
—Ni la d.
—Ni la a.
Referencias

  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Jiménez Lozano, José (1992 = 2002): El mudejarillo. 2.ª edición. Barcelona: Anthropos.
  • Núñez, Hernán (1555 = 2001): Refranes y proverbios en romance. Edición crítica de Louis Combet, Julia Sevilla, Germán Conde y Josep Guia. Madrid: Guillermo Blázquez, Editor; 2 vols.

 Contribución a la lectura de El mudejarillo en el club de lectura La Acequia.

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente entrada. En efecto: esta novela atrapa por su estilo en primer lugar. Un estilo muy arriesgado que consigue pegarse al personaje del que habla como una segunda piel.

Ele Bergón dijo...

Me gusta mucho cuando Jiménez Lozano repite y repite porque sabe muy bien repetir, dándole un ritmo que gusta leer.

Esos amores de monja....ya me imagino que en aquella época no se podría escribir y sí decir en la intimidad de las casas y demás lugares ocultos,que siempre han existido y existirán, como el amor entre santa y santo y su pared de cal y canto .

Besos

Abejita de la Vega dijo...

No cansan las enumeraciones, aunque nunca las vi de tamaña extensión. Comas y más comas. Palabras y más palabras, de pueblo, que saben a pueblo. ¿Todo eso en Fontiveros? ¿Cómo cabe tanto en un pueblo? ¿Cómo cabe tanto en un libro que se lleva tan bien en le bolsillo?
Nada, bien, sí, bueno, ni éste, ni éste, ni éste, ¡espabila hijo!"
. Corta pero nos gusta. Es el estilo de J.L.

Me aprendo tus refranes de gatos.

Besos, Carmen.

La seña Carmen dijo...

Los refranes están sacados de las principales compilaciones de los siglos XVI y XVII. Hoy la mayoría ya no se utilizan.