miércoles, 7 de octubre de 2015

Número 91. El licenciado Vidriera: De los hombres se hacen los obispos

De hombres, obispos, amos, criados, estudiantes y algún palo que otro suelto

Madrid: calle en el barrio de las Letras

Enfrentarse a la relectura de una obra cervantina, sea cual sea, obliga sin duda a aprestar lápiz, papel y compendios, para ir apuntando y desgranando esos refranes y frases que a sentencias suenan por la prestancia y la rotundidad con la que están escritas.

Nada más iniciar la lectura de El licenciado Vidriera nos encontramos con un refrán que por sí solo podría resumir la novela, si la mala fortuna no se cruzara en el camino de los humanos: De los hombres se hacen los obispos.

El adolescente Tomás, presuntamente hijo de labrador pobre, ha ido a Salamanca a buscar fortuna contando por todo equipaje con su prestancia, que sin duda la tiene, su inteligencia y su mucha discreción.
Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas del Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase; despertó y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.
—Desa manera —dijo uno de los caballeros—, no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria.
—Sea por lo que fuere —respondió el muchacho—; que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

—Pues, ¿de qué suerte los piensas honrar? —preguntó el otro caballero.
—Con mis estudios —respondió el muchacho—, siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.
«Yo he oído decir» introduce hábilmente Cervantes en la conversación para presentarnos el refrán; sin embargo, ¿hasta qué punto podemos tomarnos esas palabras al pie de la letra? ¿Hasta qué punto era posible que el jovencito labriego hubiera podido oír el refrán? 

Consultando los refraneros coetáneos, incluido el indiscutible del maestro Correas, no se encuentra rastro anterior a Cervantes de este refrán. Podemos pensar que efectivamente andaba en circulación y era un dicho que corría por el pueblo, pero también podemos pensar en una creación, otra más, salida de la pluma del ingenio cervantino, que iniciaba su andadura con mejor o peor fortuna.

Estamos en 1613, fecha de la publicación de las Novelas ejemplares y quizá fuera a raíz de esta fecha, de la publicación de El licenciado Vidriera, que la frase hiciera fortuna. El estar situada tan al principio de la novela, y sin duda ser bastante indicativa de la intención «ejemplarizante» del autor, contribuyó a su difusión. ¿Había nacido un nuevo refrán?

No dudó Cervantes en dar nuevas alas a su criatura al introducirla en la segunda parte del Quijote, que como sabemos aparecería dos años después (1615), y no una sino dos veces. 

Veamos la primera de ellas, en el diálogo entre Sancho y la duquesa donde aparece la expresión, incrementada para darle un tono, si cabe, más popular: 
—Eso de gobernarlos bien —respondió Sancho— no hay para qué encargármelo [...]. Y paréceme a mí que en esto de los gobiernos todo es comenzar, y podría ser que a quince días de gobernador me comiese las manos tras el oficio y supiese más dél que de la labor del campo, en que me he criado.
—Vos tenéis razón, Sancho —dijo la duquesa—, que nadie nace enseñado, y de los hombres se hacen los obispos, que no de las piedras (Quijote: II, cap. XXXIII). 
El refrán puesto en boca de una refinada duquesa que enlaza refranes cual vulgar labrador, y que además los sabe incluir en el apropiado contexto. Sabemos que la escena y la réplica de la duquesa está cargada de ironía y complacencia ante el divertimento que se está costeando. Don Quijote y Sancho son los juguetes, los bufones con que ella y el duque se han regalado. 


escudo heráldico sito en el barrio de las Letras


La duquesa se burla de aquellos que quieren medrar confiando únicamente en su discreción e inteligencia carentes de buena cuna. Sancho y su amo don Quijote no son más que unos infelices, a los que ni la vida ni las muchas lecturas, podrán enseñarle lo que a ella las finas sábanas de su cuna.

Cervantes no se resigna. En una época en que los cargos eclesiásticos se obtenían, efectivamente, más por cuna e influencia que por saberes y méritos, el autor insiste algunos capítulos más adelante, implicando ahora a don Quijote.
—Ya se ha visto, señor escudero —replicó Sancho—, enterrar un desmayado creyendo ser muerto, y parecíame a mí que estaba la reina Maguncia obligada a desmayarse antes que a morirse, que con la vida muchas cosas se remedian [...] , aunque fue necedad, no fue tan grande como se piensa, porque según las reglas de mi señor, que está presente y no me dejará mentir, así como se hacen de los hombres letrados los obispos, se pueden hacer de los caballeros, y más si son andantes, los reyes y los emperadores.
—Razón tienes, Sancho —dijo don Quijote—, porque un caballero andante, como tenga dos dedos de ventura, está en potencia propincua de ser el mayor señor del mundo (Quijote II, cap. XXXIX).
No es cualquier hombre el que puede llegar a obispo, ha matizado Cervantes por boca de Sancho, sino únicamente aquellos que son letrados, aquellos que han estudiado y sacado provecho de los libros de ciencia, como ese chiquillo, al que dos estudiantes ricos acogen en Salamanca, y al que la mala fortuna vendrá a cambiar por completo su suerte. 

Pese a lo que pueda parecer, y hallarse recogido en los principales repertorios (Campos y Barella, 1993: 186), de este refrán encontramos pocas ocurrencias, aunque Galdós supo rescatarlo para aupar, no también sin ironía, a algún personaje que algo tiene también del joven estudiante: Gabriel Araceli, el protagonista de los primeros Episodios Nacionales.
No echaré en saco roto la advertencia —repuse—, pues todos sabemos a qué debe su encumbramiento el hombre más poderoso que existe hoy en España después del rey.
—¡Calumnias! exclamó irritado el sacerdoteMi paisano, amigo y mecenas, el señor príncipe de la Paz, debe su elevación a su gran mérito, a su sabiduría y tacto político, y no a supuestas habilidades en la guitarra y las castañuelas, como dice el estólido vulgo.
—Sea lo que quiera añadí yo, lo cierto es que ese homre, de humildísimo guardia ha subido a cuanto hay que subir. Bien claro está.
—Pues no dudes que tú harás otro tanto dijo con ironía doña Juana
De hombres se hacen los obispos, como dijo el otro.
—Verdad es —repuse siguiendo la broma—, y juro que he de hacer a don Celestino arzobispo de Toledo.—Alto allá dijo el clérigo seriamenteNo aceptaré yo un cargo para el que me reconozco sin méritos. Bastante tendré yo con una capellanía de Reyes Nuevos o el arcedianato de Talavera (Carlos IV, recuperado a través del CORDE). 
Nótese el presentador incluido por Galdós en el parlamento para reforzar la idea del refrán, muy en la línea que había utilizado Cervantes al utilizarlo por primera vez: «como dijo el otro», muletilla ampliamente empleada para atribuir algo a la sabiduría popular.

Gabriel, en un momento posterior, se lo atribuirá a doña Juana, aunque el pasaje sigue teniendo ese tinte de sabiduría popular: «Como dice doña Juana, de hombre se hacen los obispos, y quien sabe si...» (Carlos IV, recuperado a través del CORDE). 

Ya en la tercera serie de los Episodios (La estafeta romántica) Galdós vuelve a insistir en el origen paremiológico de la afirmación, «viejos refranes», también en un contexto irónico:
Dame bromitas con el cardenalato. Monaguillo te vean mis ojos, y de hombres se hacen obispos, dicen viejos refranes. Con que menos chirigotas.
No parece que ni Cervantes ni Galdós se tomaran muy en serio la posibilidad de medrar solo con el estudio y la valía personal. Quizá el primero, aunque no tanto el segundo, adelantaba que al final la fortuna se tuerce para los que han logrado subir peldaños a base de esfuerzo. 

En cuanto a la aspiración de Tomás Rodaja, que así dice llamarse el protagonista de El licenciado Vidriera, de llegar a pagarse los estudios sirviendo a otros estudiantes ricos hay que recordar que era práctica habitual en la época: Estudiante sin blanca, de criado de rico va a Salamanca —refrán del que ya en el siglo XX se haría eco Rodríguez Marín (Martínez Kleiser, 1953)— resume bien esta circunstancia. 

Ya en su condición de loco Vidriera, Tomás hablará sentenciosamente de esta relación entre amos y criados, al enfrentarse a los mozos de mulas:
De nosotros, señor Redoma, poco o nada hay que decir, porque somos gente de bien y necesaria en la república. 
A lo cual respondió Vidriera:
La honra del amo descubre la del criado. Según esto, mira a quién sirves y verás cuán honrado eres: mozos sois vosotros de la más ruin canalla que sustenta la tierra. Una vez, cuando no era de vidrio, caminé una jornada en una mula de alquiler tal, que le conté ciento y veinte y una tachas, todas capitales y enemigas del género humano. Todos los mozos de mulas tienen su punta de rufianes, su punta de cacos, y su es no es de truhanes. Si sus amos (que así llaman ellos a los que llevan en sus mulas) son boquimuelles, hacen más suertes en ellos que las que echaron en esta ciudad los años pasados: si son extranjeros, los roban; si estudiantes, los maldicen; y si religiosos, los reniegan; y si soldados, los tiemblan.
«La honra del amo descubre la del criado» podría bien ser un refrán que circulara entonces, pero más bien parece que Cervantes haya querido dar la vuelta o adaptara a alguno de los que estuvieran en circulación. El vestido del criado dice quién es el amo, registra Correas para indicar cómo las acciones de los amos se reflejan en las de sus sirvientes. Por otro lado, en cuanto a la honra, Correas sentencia: La honra es de quien la hace. La honra está en el que la da, y glosa para que no haya duda «del honrado que cortésmente honra al otro». 

Y si de las acciones de los amos hablamos, ¿qué decir de las de los padres y maestros?
Díjole un muchacho:Señor licenciado Vidriera, yo me quiero desgarrar de mi padre porque me azota muchas veces.Y respondióle:Advierte, niño, que los azotes que los padres dan a los hijos honran, y los del verdugo afrentan.
Quien bien te quiere te hará llorar, sentencia ampliamente repetida y aceptada incluso en nuestros días, pero ya Cervantes la había puesto en cuestión, con su punto de ironía, en boca de Sancho:
—A lo menos —respondió Sancho— supo vuestra merced poner en su punto el lanzón, apuntándome a la cabeza, y dándome en las espaldas, gracias a Dios y a la diligencia que puse en ladearme. Pero vaya, que todo saldrá en la colada que yo he oído decir: «Ese te quiere bien que te hace llorar»; y más, que suelen los principales señores, tras una mala palabra que dicen a un criado, darle luego unas calzas, aunque no sé lo que le suelen dar tras haberle dado de palos, si ya no es que los caballeros andantes dan tras palos ínsulas, o reinos en tierra firme (Quijote: I, cap. xx).
De las otras correrías y sentencias de este curioso licenciado quizá hablemos otro día.

Bibliografía

  • Campos, Juana G. y Barella, Ana (1993 = 1996): Diccionario de refranes. Madrid: Espasa Calpe.
  • Cantera Ortiz de Urbina, Jesús (2012): Diccionario Akal del refranero español. Madrid: Ediciones Akal.
  • Cervantes, Miguel de (1605, 1615 = 2005): Don Quijote de la Mancha. Ed. de Francisco Rico. Instituto Cervantes. [En línea]: [consulta: 07-10-2015].
  • — (1613 = 1997): Novelas ejemplares. Versión en línea de la Universidad de Alcalá de Henares: (http://cervantes.uah.es/ejemplares/lvidriera/lvword.htm)[consulta: 07-10-2015].
  • Correas, Gonzalo (1627 = 2001): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. Louis Combet, revisada por R. Jammes y M. Mir, Madrid: Castalia. Nueva Biblioteca de Erudición y Crítica, 19.
  • Martínez Kleiser, Luis (1953-1997): Refranero general ideológico español. Madrid: Editorial Hernando. 
  • Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español.  [Consulta: 07-10-2015]. 
Contribución para el club de lectura La Acequia.

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué maravilla de entrada. Es cierto: en ese refrán está toda la novela. Y toda una lección de vida.

Ele Bergón dijo...

Eres una gran versada en esto de los refranes. ¡Qué bien has sabido enlazar los refranes, las novela de Cervantes, las otras novelas...! Me ha encantado leerte.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

De los hombre se hacen los obispos, pero el que ha llegado a obispo tiene que aguantar que le recuerden sus orígenes. Los que empiezan desde abajo no lo tienen tan fácil, Cervantes y Galdós no se muestran exageradamente optimistas en lo que se refiere al ascenso social de los de abajo.

Considere posible que el refrán sea invención de don Miguel. Sea o no sea de su cosecha, vuelve a él. De los hombres se hacen los obispos y de menos nos hizo Dios.

Desde mi niñez, escuché lo de ese enigmático "otro", "haces la del otro", "haces como el otro".

Y como dice Luz, cómo enlazas, Carmen.

Un abrazo

La seña Carmen dijo...

Lo de los refranes es cuestión de oficio, y recordad que quien hace un cesto, hace ciento, y aquí mimbres tenemos, y bastante vicio, todo hay que decirlo.

Sí, María Ángeles, no deberíamos olvidarnos nunca de la importancia de el otro en nuestra habla popular. Cervantes gozaba de muy buen oído para estas cosas, de ahí que fuera capaz de poner refranes en circulación o darles buenas alas.

Gelu dijo...

Buenas noches, Carmen Ugarte:

Me llamó la atención el que no quisiera decir el nombre del lugar. ¿Cuánto había de parecido autobiográfico en Tomás Rodaja con nuestro Cervantes niño y joven?
Qué curioso lo que destacas: ‘De los hombres se hacen los obispos’. Aspiraría al tratamiento de “Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don...”
Se me ocurrió mirar en los más cercanos a Salamanca. Así Su Ilustrísima de Coria-Cáceres. Al de Mondoñedo, -anterior- Fray Antonio de Guevara, ya se había referido en el prólogo del Quijote.

Abrazos.

pancho dijo...

Aunque ya te lo hayan dicho, hay que repetirlo: un magnífico estudio que refleja tus conocimientos sobre la materia lo que nos regalas en esta entrada y en la siguiente que también la he leído sin levantar la vista de la pantalla. También me llamó la atención que un mozalbete de tan corta edad sentenciara con esa rotundidad lo de los obispos. Cómo le sigues la pista a la sentencia por Galdós y el Quíjote.