martes, 22 de septiembre de 2015

Número 89. El tiempo incinerado: In memóriam

La tercera para del diario, titulado muy acertadamente El tiempo incinerado, está dominada por la idea de la muerte, presente en todo él, incluso cuando no se nombra, agazapada, anticipando el final, que lógicamente el autor no pudo prever cuando inició su escritura el primero de año, ni los lectores pueden adelantar.


chopos otoñales con todas sus hojas amarillas


Con un padre de 59 años enfermo de cáncer, el autor, con tan solo 32, pero con mucha lecturas, conciertos y estudios a sus espaldas, empieza a obsesionarse por la muerte que a principios de año era algo lejano.
Franco Ferrarotti —anota el 8 de septiembre, al  escribir Leer, leerse quiso analizar la agonía del libro en nuestra época. 
Consternado por la realidad que le sobrevino a principios del verano, no solo las personas agonizan, también lo hacen los libros, todo lo que gira a su alrededor y toca:
En definitiva, Leer, leerse es el pequeño testamento de un verdadero enamorado de los libros: "Sé que moriré con un libro en la mano. Será mi extramaunción" —concluye su entrada ese mismo día de septiembre. 
¿Quién puede hablar de extramaunciones y testamentos con tan solo 32 años? El impacto ha sido tremendo y la entrada del 14 de septiembre es sencillamente sobrecogedora:
Según Epicuro —empieza—, "nada es la muerte para nosotros, puesto que cuando nosotros no estamos la muerte no está, y cuando ella llega, ya no estamos nosotros". La muerte como experiencia individual, porque la muerte de aquellos a los que amamos sí está al mismo tiempo que nosotros.
[...]
Esta noche no he podido dormir. No puedo hacer nada para que la enfermedad de mi padre siga avanzando. Nadie puede hacerlo. He traído a mi habitación tres libros con el mismo título: La muerte.
Pero, ¡hombre de Dios!, ¿cómo pretende dormir con esas lecturas! Venga, hombre, hay que ser más vitalista, que mientras hay vida, hay esperanza, y ya sabemos que nadie, y menos nosotros, podemos hacer nada. Nada podemos hacer ante esos detalles costumbristas, en los que sin embargo, se nos revela un hilo de esperanza.
No es infrecuente, sobre todo en poblaciones pequeñas, ver a ciertas personas con un gesto de sorpresa delante de una esquela: no conocen la fallecido. Les ha sido negado su mayor placer: la animada conversación en el tanatorio y su hilera de frases hechas. Esta mañana, una mujer me ha preguntado por mi padre. Al responderle que se encuentra mejor, ha esbozado la misma mueca que ante el desconocido nombre de la esquela.
¿Que tu padre está mejor y tú te fijas en las muecas y en las frases hechas? Personalmente, y después de que cierre el ojo ¡tanto me da!, pero mientras tenga vida que me den la enfermedad y la muerte en un pueblo, porque cuando encuentren a tus familiares por la calle les preguntarán: «¿Qué tal marcha tu madre?» y cuando contestes encogiéndote de hombros con un gesto de resignación, no faltará quien te diga: «¡Vaya! Que se mejore», porque en la ciudad sí que nadie te pregunta por la familia, ni te da ánimos, ni tan siquiera saben quién eres, porque en la ciudad eres un poco inclusero, que dijo con razón Delibes, y con el tiempo no queda ningún testigo del nacimiento de uno. 

Alégrate, tu padre está mejor y eso es lo importante más allá de las muecas de las vecinas.

El 15 de octubre quieres dar al lector una pista de por qué empezaste a escribir un diario, pronto hará un año: 
Puede que al escribir este diario no busques tu memoria sino el tiempo que te espera: el débil discurrir de una triste profecía. Son estas palabras las que construyen tu destino, porque fijan una red que nutre, con cálida paciencia, la frustración que te desnuda. 
Diez días más tarde puedes disfrutar de la compañía de tu padre a la sombra otoñal de los chopos del monasterio: 
Las hileras de los chopos cambiaban con sus hojas el color de la hierba: en el Monasterio de la Santa Espina, el otoño ha crecido mientras hablaba con mi padre.
Un martes, 16 de noviembre, y de la mano de Susan Sontag (La enfermedad y sus metáforas), vuelve Fernández Magdaleno a reflexionar sobre esa enfermedad que ha cambiado más que su vida, el modo de mirarla:
Esos constantes rodeos para evitar la palabra cáncer son contrarios al uso que de ella se hace como metáfora en el lenguaje político y económico. 
La enfermedad no es ninguna metáfora, pero las enfermedades se curan, el cáncer tiene cura, aunque se resistan los medios materiales que tenemos a nuestra disposición.
Han sido emocionantes muchas de las llamadas de enfermos de cáncer y familiares a propósito de mi artículo sobre los recursos destinados... (jueves, 2 de diciembre).
A veces, las palabras de un famoso puestas en negro sobre blanco en algún periódico de regular tirada, o dichas en cualquier espacio televisivo de esos de prime time producen más efecto en las altas esferas que sesudos informes de investigadores, médicos, enfermeras y personal sanitario. Somos así, nos movemos por impulsos. 

Se acerca el final, ya quedan pocas hojas de este diario:
Una primera mentira, insignificante, se encadena a otras, cada vez mayores y más graves (miércoles, 22 de diciembre). 
La certeza es morir, pero no la fecha ni lo que envolverá ese instante. Para quien está gravemente enfermo y aquellos que le aman, la incertidumbre disminuye: el futuro ha sido ya delimitado (sábado, 25 de diciembre).   
Ha muerto mi abuela Amparo (domingo, 26 de diciembre). 
Ahora toma sentido la dedicatoria que abre El tiempo incinerado, un diario empezado a escribir un buen día, quizás en un momento bajo, y sin adivinar lo que ese año, el 2004, iba a deparar a su autor: 
Para Alicia, Pablo-Andrés y Álvaro
En memoria de nuestra abuela Amparo. 


Contribución al club de lectura La Acequia.

7 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

El padre moriría poco después. En efecto, todo el diario está impregnado de esa única seguridad del ser humano: la muerte. La enfermedad y la muerte, que son las que pueden detener una vida. Impregna el pensamiento del autor y le da, en gran medida, sentido.
Espero que nos podamos ver el día 2, en la inauguración del curso, con Diego entre nosotros.

La seña Carmen dijo...

Lamento que al final todo terminara mal y que su padre muriera tan joven. ¡La vida misma!

Ele Bergón dijo...

En la tercera parte de este Diario, la idea de la muerte, lo va ocupando casi todo, sin dejar las lecturas y sus reflexiones que nunca le abandonan.

Me gusta el vídeo que has intercalada en esta entrada. ¡Cuándo se van a dar cuenta los políticos de la importancia de la formación científica! A la larga es mucho más barato que curar la enfermedad, pero ellos van a lo suyo y nada más.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

No nos consuela eso de que cuando llega la muerte ya estamos. Porque nos quedamos sin saber de qué va esto de la vida, nada sabemos ni sabremos. De dónde venimos, por qué estamos aquí, a dónde vamos...bueno eso último sí, a la nada...siento no ser creyente como lo era antes de los treinta años. Las personas religiosas piensan en que van a encontrarse con un mundo celestial que, en el fondo, les da pánico. San Pedro con las llaves, el cielo, los ángeles, uy, qué raro todo.

Me quedé algo extrañada al leer la tercera parte, quien se muere es la abuela...Ahora leo que el padre murió poco después, lo dice Pedro ahí arriba, en el comentario.

La importancia de la investigación, qué bien lo has destacado. Es la única salida para combatir la enfermedad. España se distingue por los escasos medios que se proporcionan a los investigadores. Qué pena.

Besos, Carmen, nos vemos.

La seña Carmen dijo...

Yo me sigo preguntando por la motivación real de este diario, que para mí no está nada clara. Podría haber sido un año cualquiera en el que realmente no pasara nada extraordinario, progresos en su profesión, progresos en sus lecturas, progresos en su vida personal, sin embargo, dos acontecimientos aparecen de modo determinante: la enfermedad del padre que ya hemos comentado exhaustivamente y que tanto va a marcarlo, y al final la muerte de la abuela, que le hace reflexionar y afirmarse en que a él lo que le gusta es vivir en Medina de Rioseco --¿sigue viviendo allí?--, aunque con amplia proyección nacional e internacional, y subir a los desvanes a ahondar en su identidad.

Todo esto no podía saberlo un año antes, aunque lo barruntara, su padre podría haber seguido gozando de buena salud, él no habría probado el olor agrio, tedioso y odioso se los hospitales donde extrañas lecturas te acompañan, y su abuela seguiría siendo la anciana amable que te hace natillas inigualables... Todo lo que cuenta aquí podría haber pasado un año antes, un año o varios después...

Veo por la Wikipedia que fue la primera obra literaria, al menos la primera publicada, y ¿por qué un diario como cuando uno es un adolescente? ¿Por qué elegir el yoismo como género? ¿Por qué no inclinarse por la poesía, quizá un género más cercano a su personalidad musical?

En cuanto al vídeo, sí, la campaña fue muy oportuna, de hecho lo incluí a posteriori.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas tardes, María del Carmen Ugarte:

Me extenderé más en mis entradas. Me parece excelente, que publicara el diario de este año, importantísimo en su vida, en el que la enfermedad de su padre golpea a toda la familia, relegando todo lo demás.
Los famosos no suelen definirse del modo que lo hizo públicamente Diego Fernández Magdaleno. Por ese motivo, muchos familiares de enfermos se sentirían agradecidos por su gesto del artículo.
Para quienes visiten tu blog, y no hayan leído el libro, copio unos fragmentos, de lo escrito el 2 de diciembre; situaciones parecidas, que como él, sufrimos y nos han dolido a las personas que teníamos un enfermo como su padre.
[...]”con un magnífico equipo coordinado[...] y que reúne todos los requisitos que[...]me han señalado siempre como indispensables para ejercer la medicina, pero con unas deficiencias materiales que deben subsanarse: no hay servicio de radioterapia, por lo que muchos pacientes tienen que desplazarse a otros centros todos los días durante un mes, a doscientos kilómetros de distancia, para recibir un tratamiento cuya duración oscila entre los diez y los quince minutos.”
[...]”el hospital de día, donde se administra la quimioterapia, tiene una capacidad para trece personas, y hay que hacer en ocasiones una espera larga que es extraordinariamente incómoda para algunos pacientes [...] y es verdaderamente incomprensible la escasez de camas...”
[...]”Reclamar habitaciones individuales no es un capricho: la dignidad empieza por estas cuestiones fundamentales.”
[...]”Cuando un enfermo tiene que acudir a una clínica privada, no como decisión propia, sino obligado por la infraestructura deficiente de la sanidad pública, es toda la sociedad la que fracasa en su conjunto.”
[...]”Trabajar por ello desde una auténtica pasión por lo público es la única manera de construir un mundo más libre, más justo y más humano.”

Abrazos.

La seña Carmen dijo...

Gracias, Penélope, por ir completando el cuadro.

En la presentación en Burgos Diego reveló que escribe diarios desde siempre, que sigue escribiéndolos y que cuando le propusieron a principios del 2004 publicar los diarios fue totalmente accidental. A pregunta de Óscar Esquivias contestó que una vez decidida la publicación no cambio ni el estilo ni lo que contaba.