viernes, 12 de septiembre de 2025

Núm. 313. Ciruelos de Cervera y sus piedras (I)

En Ciruelos de Cervera había estado cuando era joven a las fiestas del Carmen, de bodas un 1 de septiembre, y alguna vez más recientemente; pero, una vez más, pasear por sus calles y monumentos guiados por las riberizadoras Puri y Milagros es otra cosa.

La visita comienza en el punto desde el que podemos ver, por encima de los tejados y tapias, la Peña Cervera, de la que Ciruelos toma su apellido, un pueblo en los límites de las comarcas de la Ribera, el Arlanza y también en los límites del Parque Natural los Sabinares del Arlanza, en el que está incluido. Ciruelos está a una altitud de 1025 m. 

 

Por encima de los tejados asoma el perfil de la Peña Cerveraele

Ciruelos está en el centro de tres pueblos que suenan en Burgos, y de los que dista aproximadamente 30 kilómetros de cada uno de ellos: Aranda de Duero al suroeste, Lerma al noroeste y Salas de los Infantes al noreste. En invierno apenas viven en él unas decenas de personas, aunque eso no le quita que tenga su vidilla.

 El núcleo de Ciruelos se agrupa en torno a tres calles principales que recorren la población de norte a sur, y la primera parada de la visita es la ermita de la Virgen del Carmen, situada en la parte más meridional. 

Fuente de piedra adosada a la pared de la ermitasd

Es una ermita de claro carácter popular, pero que se ve muy cuidada por sus vecinos. En su exterior hay una fuente relativamente reciente, realizada con el arco de piedra que se recuperó de una casa. 

No se sabe cuándo se construyó la ermita, pero sí cuando se reedificó, pues de ello da fe la inscripción situada en el dintel de la puerta principal, debajo del escudo del Carmelo, 1887. El interior es amplio y luminoso. En la bóveda, sobre el presbiterio, una serie de pinturas recuerdan motivos y santos relacionados con los Carmelitas. En realidad, todo en la ermita recuerda a quien está dedicada.  

Gayubas

Las labores de los devotos también se dejan ver, como el estandarte blanco de la cofradía, bordado por una señora del pueblo. En el anverso la imagen de la patrona y en el reverso se repite el escudo carmelitano y la inscripción «Todos te amamos». 

Las imágenes de san Antón y santa Marina acompañan a la patrona en la ermita. 

El día de la patrona, el 16 de julio, se celebra en la propia ermita una misa con ofrenda floral, y al sábado siguiente se celebra la procesión con la típica jota en honor de la Virgen.

Otras festividades populares tienen su destino u origen en la ermita, y todavía podemos ver las andas adornadas con gayubas que se han utilizado en la procesión del día de San Roque. Curiosa tradición.

Abandonamos la ermita y nos adentramos en el caserío hasta llegar a la plaza mayor, en la que se destaca la fuente con su pilón, un modelo muy vistoso muy reproducido en la comarca.

Hubo un tiempo en que por el Día de San Juan los mozos enramaban la fuente en honor de las mozas del pueblo. Estos ramos se repetían en cada una de las casas de las enamoradas. Una fotografía en el museo, que luego visitaremos, recuerda aquellos tiempos.

Foto en b/n en la que se ve a una joven sentada en el pilón y detrás la enramada

La plaza, a pesar de no encontrarse en ella ni el ayuntamiento ni la iglesia, tiene buenos y uniformes edificios, casas de piedar con balconadas de hierro. La construcción en Ciruelos es mayoritariamente en piedra, actualmente vista, al haberse retirado los enfoscados y pasado a la historia las construcciones en ladrillo visto, que duraron poco tiempo.

Casas de la plaza en piedra con balcones de forja

Los ciruelinos siguen manteniendo el gusto por adornar las fachadas con motivos variados, desde las estrellas de seis puntas a placas que recuerdan quiénes fueron quienes las mandaron construir y la fecha en la que lo hicieron.

En algunas fachadas se entremezclan esos motivos sin olvidar la solidaridad con Palestina, gesto que veremos repetido a lo largo de nuestro recorrido.

Fachada de casa en la que cuelga una bandera de Palestina. En un motivo decorativo sobre una ventana se lee: "Paz, justicia y libertad"

 Mientras atendemos a las explicaciones de Milagros empezamos a oír una estruendosa bocina que se acerca. Es el panadero, que viene de Tubilla, y la gente empieza a agruparse alrededor de la furgoneta para hacerse con el pan de cada día. Ciruelos, como tantos pueblos y pueblos, se surte de tenderos ambulantes. Para compras mayores, ya se sabe, hay que desplazarse a otros pueblos y a veces llegar hasta Aranda o Lerma.

Seguimos nuestro recorrido por algunas construcciones curiosas del pueblo, como una casa vieja que conserva el dintel de su puerta principal hecho con un único madero curvado, o la casa de las cigüeñas. En esta casa los motivos son claros, dos cigüeñas labradas en piedra bajo la ventana del último piso vigilan a sendas culebras situadas sobre los dinteles de las ventanas del piso inferior.. 

Fachada de la casa de las cigüeñas. Centradas y opuestas, dos cigüeñas miran a sendas culebras situadas sobre los dinteles de las ventanas


Edificio amplio y sólido es el actual ayuntamiento, que en otro tiempo tuvo múltiples usos: molino, escuela, cuartel de la guardia civil... La planta de abajo está dedicada actualmente a las dependencias municipales, mientras la parte de arriba está dividida en apartamentos que se alquilan.

Ayuntamiento de Ciruelos de Cervera

La presencia de la casa cuartel en el municipio tuvo importancia social para el pueblo, pues algunas ciruelinas se casaron con guardias civiles y los hijos de estos hicieron amistades entre los demás chicos del pueblo. 

Cada casa de Ciruelos podría contar con toda seguridad alguna historia, la guía nos cuenta alguna peculiaridad, sobre todo en el cambio de uso, pero debemos seguir camino para llegar a la parte más alta,  la más al norte del pueblo, donde precedida por una amplia plaza se encuentra la iglesia de San Sebastián.

 
 

Núm. 314. Ciruelos de Cervera y sus piedras (y II)

Decíamos que la iglesia de Ciruelos de Cervera se nos presenta al final del pueblo, presidiendo una plazoleta. Por fuera presenta un conjunto heterogéneo, destacando su sencilla portada ojivada y las dos ventanas ojivales situadas a su mano derecha. Ningún adorno se observa hasta que no atravesamos su umbral.

Motivos vegetales de las arquivoltas

Es una iglesia amplia, de tres naves, y luminosa, pues en el presbiterio, poligonal de cinco lados, se abren algunos ventanales. Fue por donde se empezó a construir la iglesia.

Cabecera pentagonal con grandes ventanales

Las bóvedas son de crucería con notables nervaduras. Al fondo de las naves laterales se encuentran altares barrocos.
Bóveda de crucería. Al fondo altar barroco
 
El retablo que hasta su reforma en los años sesenta ocupaba esta cabecera fue desmontado y repartidas sus piezas por toda la iglesia, lo que le da un aire un poco destartalado, como de almacén. 
 
A pesar de ello, pueden apreciarse algunas piezas notables: San Sebastián, bajo cuya advocación está la iglesia; Santa Bárbara, reconocible por la torre; o una curiosa imagen de la Virgen del Carmen vestida con hábito, símbolos carmelitanos y rostrillo de plata.
 
 Santa Bárbara porta en el brazo derecho la torre.


El suelo de la iglesia estuvo lleno de tumbas, estando las de los niños situadas al fondo de la nave de la epístola, junto a la capilla del Nazareno. Esta capilla cuenta con un especial interés. Barroca y separada por una reja de madera cobija en un altar barroco la imagen de gran expresividad de Jesús Nazareno, que sale en la procesión del Viernes Santo por la noche, levantando entre los asistentes una gran emotividad. El manto de Jesús fue bordado por la misma artesana que hizo el estandarte de la Virgen del Carmen que hemos visto en la ermita.

Ladera con abundante vegetación, entradas a bodegas y en lo alto una casa
Salimos del templo y lo rodeamos, detrás se alza el cementerio. Al costado de la iglesia nos asomamos al pretil para ver la zona de huertos y huertas al lado del arroyo, la abundante vegetación, las bodegas de enfrente y, allá arriba, una casa rural. La vegetación es abundante.  

Por ligeras pendientes, el pueblo es bastante llano, pasamos por una zona donde vemos más casas antiguas, más casas nuevas, todas en piedra, como la que llaman «del caracol», una casa en adobe con entramado de madera, que ha sido comprada por el Ayuntamiento con intención de rehabilitarla. Y en uno de esos recovecos la antigua cilla, donde todavía se puede apreciar una chimenea de cesto.

La cilla, se nos recuerda, era el almacén comunal donde se almacenaba el grano para que los años de penuria hubiera con qué sembrar al siguiente, una especie de «seguro agrario solidario».

casa vieja con chimenea de cesto

Llegamos a la zona de los lavaderos, situada en la zona más baja del pueblo, junto al arroyo. Allí, en otros tiempos, diversos edificios -la fragua, la panadería, una carpintería...- convertían el espacio en el gran salón social del pueblo. 

Las tres pilas de los lavaderos
Los lavaderos están formados por tres pilas sucesivas, situadas a nivel de suelo, ante las cuales las mujeres debían arrodillarse. En la primera pila, donde el agua era más limpia, se reservaba al aclarado. El agua provenía de la sobrante de la fuente y el pilón de la plaza.

La ropa se tendía a secar en el propio espacio.

Camino del museo, donde haremos una parada importante, dejamos a un lado el edificio de usos múltiples. En eĺ está el consultorio médico, pero ahora, después de la pandemia, ya solo pasa consulta la enfermera. Para el médico hay que ir a Lerma, recordemos, 30 kilómetros de carretera local. Esta es la realidad que nos encontramos cada vez más en la España vaciada. ¡Cómo podemos extrañarnos de que los pueblos se vacíen y solo resistan en invierno un puñado de valientes en ellos! 

Sin duda el museo, dedicado a la escuela, a la juventud, a los días felices y a las marzas, nos muestra otra perspectiva. Un pueblo con escuelas para niños y niñas, niños de primera comunión, civiles que se casaban con las chicas del lugar, jóvenes que posaban alegres los días de fiesta luciendo sus mejores ropas:

-Y van todos con gabardina.

-Sí, pero fijaos en la calidad. Y lo mismo los abrigos y trajes de ellas. 

La sociedad imponía sus reglas a la mocedad: «Cuando éramos novios, de la Piedra de la Hiedra, no se podía pasar, era pecaminoso», se lee en un panel. Y esto otro: «La primera vez que entramos al bar nos echaron, y casi nos tiran al pilón por no haber pagado la cuartilla»; la cuartilla o la media cántara, el peaje que había que pagar para hacerse mozo. Y las marzas...

Panel con jóvenes y frases alusivas a su actividad

 Porque en Ciruelos, como en otros pueblos de la zona, la última noche de febrero se cantaban las marzas. Hoy se siguen cantando, aunque lo dejan para el sábado, por aquello de ser alguno más. Y para que no se olviden del todo, se las enseñan a los jóvenes en el verano, cuando el pueblo se llena de niños y veraneantes.

Hablando de niños y de fiestas, Ciruelos tiene también su leyenda particular, la leyenda de los confites. Cuentan que un confitero venía con su caballo a las fiestas del pueblo, pero antes de llegar a él, una gran piedra se le cayó encima y allí quedaron el confitero, el caballo y los confites. Desde entonces, si los niños escarban un poco alrededor de la piedra, pueden conseguir algunos de aquellas golosinas que quedaron sepultadas, porque la piedra los cría para ellos, y nunca se acaban.

Dejamos la visita donde la empezamos. Donde en otro tiempo fueron eras y espacios de labor, hoy el pueblo se ha expandido con algunas construcciones nuevas, y sobre todo con el frontón y el polideportivo. Allí, en la explanada junto a el se celebra cada dos años un festival internacional de circo, con una animación muy especial. 

Si líneas arriba hablábamos de la España vaciada, no podemos por menos de alegrarnos de que cada dos años, unos días de junio, el pueblo se llene y resuene más allá de la Peña Cervera.