La heráldica
Vuelvo a Gumiel de Mercado para proseguir, de la mano de Paulino, el recorrido por su historia. Una historia que se apoya en los numerosos escudos que todavía adornan las fachadas de sus casas, desde los más sencillos, correspondientes a los más antiguos linajes, hasta los más barrocos, que añaden en soportes y cimeras toda clase de ornamentos.
No me voy a detener en la heráldica, que no es lo mio, y solo dejaré constancia gráfica de algunos de estos escudos que pueden encontrarse en las principales calles de esta villa.
Numerosas fueron las familias que dejaron su impronta en el pueblo, pero quizá haya que destacar la de los Salinas, con casa en la plaza mayor, cuyas numerosas dependencias ocupaban toda una manzana.
El linaje de los Salinas se extinguió en el siglo XIX. Todo empezó el 20 de diciembre, cuando el alcalde, perteneciente a esta familia, firmó junto al alcalde de Aranda y a Aviraneta, que era regidor, un escrito pidiendo a las Cortes que enviaran un pequeño ejército de cincuenta hombres a caballo y otros cincuenta a pie, a fin de defender la Constitución, frente a las fuerzas más reaccionarias de la comarca. Al regreso del absolutismo fueron incautados todos sus bienes.
La mayoría de las familias que destacaron en Gumiel de Mercado tuvieron relación con los marqueses de Denia, más tarde duques de Lerma, que alcanzaron su máximo poder con Francisco de Sandoval y Rojas, constructor del palacio de la Ventosilla como finca de recreo, sita en el término municipal de Gumiel de Mercado, aguas abajo del Gromejón.
Francisco de Sandoval, I duque de Lerma, fue valido del rey Felipe III. Tuvo un poder excepcional, y entre sus «hazañas» se recuerda la de llevar a cabo, valiéndose de su posición, una de las más sonadas especulaciones inmobiliarias en la ciudad de Madrid, al trasladar a ella la capital del reino. El pueblo, siempre atento, no dudó en sacarle aquella coplilla:
Para no morir ahorcado,
el mayor ladrón de España
se vistió de colorado,
que bien merece ser recordada aquí.
La plaza mayor
Por una calle que arranca del arco de Carramonzón, al lado de carretera que va a Sotillo, llegamos a la plaza mayor. Esta puerta, que data del siglo XVI, conserva aún el hueco para el rastrillo en su parte superior. Cuentan las malas lenguas que si la carretera se trazó a su vera, fue porque allí vivía una tal doña Fidela, mujer influyente sin lugar a dudas, si es que consiguió desviar el trazado de la carretera.
Conviene recordar que el privilegio real acompañaba al monarca en sus desplazamientos, y así podemos ver cómo algunos documentos fueron firmados por el monarca estando en La Ventosilla, y el nombre de Gumiel de Mercado figura en ellos. Así, a manera de ejemplo, reproducimos la licencia de publicación de La pícara Justina, otorgada en Gumiel de Mercado el 22 de agosto de 1604.
El Gumiel más popular
Más allá de las casas blasonadas y los recuerdos de los señores, el caserío de Gumiel de Mercado no deja de presentar aspectos interesantes que nos hablan de ese modo de vivir de antaño. Las casas tradicionales, con la cuadra en el piso bajo y la vivienda en la primera planta, dejando el desván con frecuencia para guardar el grano, han sido sustituidas hoy por casas renovadas y más acondicionadas al modo de vivir de estos tiempos.
No faltan en algunas fachadas detalles modernistas que dan a algunos edificios un aire distinto, elegante. La arquitectura popular también sabe buscar su punto de distinción.
Hacía la mitad de la calle Real hay un pequeño ensanche, que marca el punto de separación de las dos parroquias, la de San Pedro y la de Santa María:
Más allá de las coplillas populares, allí se produce el encuentro el Día de la Pascua entre el Resucitado, que sale de Santa María, y la Dolorosa, que llega desde San Pedro.
Pasaremos por delante de Santa María, ya volveremos, y nos detendremos en la plaza de la Cruz, donde se celebraba los jueves un mercado de cerámica, que surtía de cacharros a buena parte de la comarca.
La iglesia de Santa María
14 de octubre de 2023
1 comentario:
Habrá que ir a Gumiel de Mercado y pasear entre sus casas blasonadas, con el recuerdo al famoso y corrupto duque. Ahora todos para Valladolid y muchos se acordarían de su santa madre. Buen pueblo y buen paseo.Riberizamos.
Besos, Carmen.
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