sábado, 14 de noviembre de 2020

Número 235. Ni más ni menos: diferente

Hoy le cedo el espacio a mi amiga Carmen Bonet Borrás, porque siempre es bueno conocer otras circunstancias, y además sabe contarlas. Publicado originalmente en la revista del Centro Asturiano

 

Ni más ni menos: diferente 

Retrato de Carmen Bonet

Lo recuerdo perfectamente, tenía cinco años. Una tarde vino mi hermano mayor de la escuela y me comunicó que la tierra se mueve por el espacio y además, que da vueltas alrededor de sí misma a toda velocidad. No le creí y acudí a mi madre, pero esta vez me falló, le dio la razón a mi hermano dejándome con una preocupación enorme: «Mira que si en una de estas vueltas me caigo, ¿dónde iré a parar?».

Con los años, aunque las razones sean bien diferentes, esta preocupación sigue viva en mí, y ahora sé que puedo caerme yo, y que pueden caerse otros. Caerse y quedarse apartados, o quedarse fuera definitivamente como le ha pasado a George Floyd hará tan solo un mes. ¿Será un delito ser negro? ¿Será un delito ser mujer para que tu pareja o expareja te asesine como les ha pasado a más de doce mujeres, tan solo en lo que va de año en este país? ¿Será un delito desear un futuro mejor, para acabar haciendo del Mediterráneo un osario? ¿Será un delito caminar sobre una silla de ruedas para que te nieguen la entrada en tantos lugares? Muchos delincuentes me van pareciendo, y eso que todavía no los he mencionado todos... 

Creo que por este camino no voy a llegar a buen puerto, porque a la que me descuide, acabo alcanzando la conclusión de que todos y todas somos delincuentes, empezando por mí misma que, siendo ciega, me veo apartada cada vez que no puedo usar una app, o me doy contra una moto mal aparcada. La tan reciente experiencia vivida con la aparición del COVID-19 pone de relieve algunas cosas importantes: un ente, que ni siquiera es capaz de vivir por sí mismo sin parasitar a otro ser, ha puesto en jaque al mundo entero, ha paralizado la actividad económica a nivel global y ha tirado fuera a muchos, sin hacer distingos, sin cuidarse de razas, clases sociales, diferencias de sexo, etc., ha sido, y es todavía, una experiencia dura que deja bien a las claras nuestra fragilidad, y de algún modo nos ha igualado a todas las personas.

Es absurdo plantearse que unas u otras características nos hacen más importantes o menos. Ser blanco ni es un mérito ni es un motivo que nos haga superiores a quienes no lo son. Y si avanzamos un paso más, y partimos de que lo fundamental es que todos somos personas, y por ende, todos somos iguales, ¿acertamos? En tanto que sujetos de derecho, creo que indiscutiblemente sí, pero si nos centramos en lo que sería el plano de la convivencia, del compartir, obviamente no. No somos iguales ni física ni mentalmente, y ese es el atractivo mayor. La diferencia nos enriquece porque nos permite aprender unos de otros, ofrecer nuestras habilidades y compensar nuestras carencias con la generosidad de los demás. Colocando el respeto a la persona como principio no discutible, tenemos ya legislación en la que apoyarnos, pero la realidad nos dice que la práctica no es así, que la discriminación la sentimos un día sí y otro también. Por eso, quienes abogamos por una igualdad de trato en el sentido más amplio del término tenemos mucha tarea por delante. 

Para conseguir una sociedad integradora, inclusiva, deberemos esforzarnos por una parte en la educación, en formar personas críticas y sensibles a la diferencia, y por otra parte, en contribuir a que nuestra sociedad sea capaz de dar respuesta a todos sus individuos, cualesquiera que sean sus características o sus circunstancias. Si como yo crees que merece la pena luchar en favor de una sociedad en la que quepamos todos y podamos vivir cada uno a su manera, nos encontraremos.

¡Cuento contigo, cuenta conmigo!

 

Carmen Bonet Borrás 

presidenta de la Plataforma Democrática de la Diversidad Funcional 

colaboradora del Foro de Integración Social

2 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Me ha encantado esta entrada en tu blog de tu amiga Carmen Bonet, a quién me presentaste un día y con la que hablé muy poco tiempo. Aquel día aprendí mucho de las personas que no pueden ver físicamente, pero que tienen mucho que aportarnos, en esta diversidad funcional de la que todos y todas, de una forma y otra, formamos parte.

Estoy completamente de acuerdo con este escrito tan clarificador y emotivo. Sí, hagamos una sociedad "en la que quepamos todos y podamos vivir cada uno a su manera, nos encontraremos.¡Cuento contigo, cuenta conmigo! ".

Besos

Sor Austringiliana dijo...

El escrito de Carmen Bonet nos hace reflexionar sobre la exclusión y la inclusión. Somos iguales, somos diferentes. Todos.

Besos