miércoles, 1 de febrero de 2017

Número 148. José Luis Sampedro, in memoriam

Hoy habría cumplido 100 años José Luis Sampedro. En este país de longevos, cada vez más, el profesor Sampedro no los alcanzó por poco.

Supe de su existencia allá por el otoño de 1970, recién puesto el pie en la facultad de Económicas, en Somosaguas. El profesor de teoría económica nos recomendó Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, y ese fue mi primer libro de economía. Era un libro raro que hablaba del yin y el yan, y si no hubiera sido porque el mismo profesor de teoría ya estaba completamente sumergido en las curvas de oferta y de demanda, yo habría pensado que la economía era una disciplina rara y que nada tenía que ver con lo que había pensado que era al elegir la carrera.

En segundo llegó el imprescindible Estructura económica como manual de la disciplina. Creo que en aquella etapa nunca le puse cara, nunca coincidí con él, ni me dio clase ni asistí a ninguna conferencia, pero estaba allí presente. Tiempos, por cierto, en que al final del aula siempre había un policía y las asambleas, que abundaban, se disolvían a porrazos entre carreras y un ¡sálvese quien pueda!

Aunque siempre estuvo ahí, el profesor Sampedro desapareció de mi vida universitaria, yo terminé la carrera y busqué un trabajo...

Mi reencuentro fue cuando empezó a escribir novelas, ni tan siquiera estaba segura de encontrarme ante la misma persona. Creo que la primera que leí fue Octubre, octubre, y desde ella me fui enganchando al resto, hacia adelante, según iban saliendo, La vieja sirena, La sonrisa etrusca..., y hacia atrás: El río que nos lleva, que mucho después y en relectura comentaría en este mismo blog, y El congreso en Estocolmo, que por alguna rara premonición terminó siendo mi favorita. Nada me decía entonces que bastantes años después yo también asistiría a alguno de esos congresos y conocería a colegas de otras partes del mundo, y conocería algo de ese ambiente cosmopolita que tan bien describía el profesor Sampedro.

No recuerdo cuándo terminé de ponerle cara y cuándo lo vi en persona, pero sí recuerdo una intervención en una mesa redonda en el auditorio de IBM para hablar ¿de qué? Ni me acuerdo ni me importa, porque yo estaba allí para tener al profesor, al gran ser humano, a media distancia. Recuerdo que dijo no tener coche, aunque él usaba el coche, supongo que de amigos y parientes, que escribía de mañana sentado en un sillón sobre hojas escritas por una cara, y como no podía ser menos dado el lugar en el que estábamos, alguien le recomendó utilizar un portátil que podía utilizar sobre las rodillas, igualito, igualito que estoy haciendo yo ahora para escribir estas líneas. A Sampedro no parecía gustarle la idea pero siguió con su jovialidad atendiendo preguntas y comentarios sobre los valores positivos de las nuevas tecnologías. 

La anécdota de la sesión vino cuando una señora sentada en primera fila, probablemente una fiel seguidora de Sampedro y todas sus intervenciones, dijo sentirse como «un pulpo en un garaje», ya que se había equivocado y ella no entendía nada de lo que allí se había dicho, pero que era igual porque le gustaba cómo hablaba el profesor...

—¡Por favor, que esta señora no se llame pulpo!— exclamó el profesor y el auditorio, como no podía ser menos, aplaudió.

La muerte de Sampedro me sorprendió dando unas charlas sobre refranes en unos cursos de adultos en Carabanchel. A Sampedro lo había citado como uno más entre los autores que utilizan refranes en sus obras, pero al saltar la noticia modifiqué a toda prisa la presentación que tenía que hacer al día siguiente, teóricamente la misma, para darle protagonismo. 

Y elegí lo que tenía a mano, pero que me pareció significativo: un meme de los que corrían por Twitter y un texto, relativamente reciente (Escribir es vivir, 2005), donde el profesor citaba, precisamente, el libro que fue mi primer contacto con la economía, el ciclo parecía cerrarse: 

Fotografía de Sampedro con el texto sobrescrito: "El tiempo no es oro, el tiempo es vida"



Mi idea del tiempo entra en total contradicción con la conocida frase de «El tiempo es oro». Esa frase de uso muy extendido tiene su origen en el siglo XVII. Es de un predicador cuyo nombre no recuerdo ahora, aunque podríamos decir que quien la «lanzó al mercado» fue Benjamín Franklin, con la expresión time is money, Y eso fue definitorio. De Franklin todo el mundo ha oído hablar, del predicador no, pero investigué esta cuestión cuando escribí Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, libro en el que criticaba el reduccionismo económico. Es una frase que yo rechazo rotundamente porque define todo un modo de vivir, define el tipo de civilización actual.
Pero cuando decimos «el tiempo es oro», que es como decir «el dinero es la medida de todas las cosas», estamos reduciendo todo a lo que da el oro, al dinero, a términos económicos. El tiempo no es oro, el tiempo es vida. Cuando yo me muera, se acabó mi tiempo. El tiempo que yo he tenido es la vida que yo he desarrollado desde el momento de nacer hasta el de morir. Los demás tendrán otro tiempo, la Tierra seguirá dando vueltas durante miles de años, pero mi tiempo vital, el tiempo que a mí me importa, es la vida, mi propia vida. Y reducir el tiempo a dinero, es reducir la vida a dinero. Equivale a decir «lo que no da dinero, lo que no vale dinero, no importa, no es vida», lo cual es un reduccionismo economicista absolutamente aberrante; es infundir una economía de mercado con una sociedad de mercado. Vivimos en una sociedad que da valor a lo que tiene precio en el mercado y no valora lo que no lo tiene (los resaltados son míos).  
Hoy he asistido al acto del centenario en la BNE, Los que lo conocieron bien, Carlos Berzosa, Emilio Lledó y Olga Lucas, han hablado de su figura, pero también ha habido intervenciones del público para recordar cuando visitaba institutos, daba conferencias, el 15M o cuando apoyó a los acampados de SINTEL


José Luis Sampedro sigue entre nosotros.

7 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Conocí a José Luis Sampedro en el Ateneo en los años 85 o así. Recuerdo que entonces no era muy conocido. Por entonces se empezó a publicar una Revista cultural en el Ateneo y José Luis Sampedro publicó un poema. Después nos lo recitó en el salón de actos.¡Qué lástima que haya perdido esa revista! No sé que pasó con ella, seguro que en el archivo del Ateneo está. Tengo la revista en la mente, era de papel marrón quizás un poco cutre y los poemas en concreto el de José Luis Sampedro, estaba en tinta azul. Me da rabia habérlo perdido. Hablé con él y enseguida me transmitió su bondad . Después vino a la biblioteca de Mejorada del Campo, era sencillo y siguió siéndolo toda su vida hasta su muerte. Le dije que había leído su libro "Octubre" en unas vacaciones y me dijo que ese libro era para eso, para leerlo en vacaciones, " La sonrisa etrusca" me decepcionó un poco, "El río que nos lleva" me encantó, lo leímos con La Acequia, "La vieja sirena", El amante lesbiano", grande, grande José Luis Sampedro y joven hasta el final, también recuerdo al 15M. Hace unos días me acordé de él, al comprobar como en el metro todos iban pendientes de su móvil, siempre decía que qué era eso de aislarnos con unos auriculares? ¿ qué opinaría hoy en día? Me hubiera gustado asistir al acto del centenario en la BNE.
Me alegra que al menos tú, lo hayas recordado.

Besos

La seña Carmen dijo...

Emlio Lledó en uno de sus comentarios al margen dijo que "el móvil nos inmoviliza". No soy muy de móviles, pero no sé si no es otra forma paradójicamente de comunicarnos entre nosotros.

Durante el homenaje de la BNE creo recordar que todas o casi todas las intervenciones del público fueron en la dirección de los recuerdos y encuentros personales.

Abejita de la Vega dijo...

Cuesta imaginar como economista al autor de La sonrisa etrusca y El río que nos lleva. Lo cortés no quita lo valiente.

Un recuerdo para un gran hombre, con sensibilidad para los más débiles.

Besos, Carmen.

La seña Carmen dijo...

No es difícil imaginárselo, porque Económicas siempre fue una carrera de Humanidades. Lo que probablemente nadie se imaginaría en aquel entonces es que la carrera iba a terminar siendo lo que ha sido.

No me imagino ahora a ninguno de los economistas jóvenes que conozco leyendo Las fuerzas económicas..., aunque sé que algunos hay que todavía leen esas cosas y se salen de lo que dice el FMI.

miguel. dijo...


Leidos sus comentarios en La Acequia sobre Elena Fortún.
Tengo dos libros de Celia de segunda mano "de antes". No sé como en 1960 te regalaron ejemplares nuevecitos.

En 1980, debido a la insistencia de Rebecca Arié, viuda del editor Aguilar, se volvieron a publicar los textos, esta vez en rústica.

La seña Carmen dijo...

Miguel, ya habéis conseguido intrigarme, pero así fue.

Myriam dijo...

¡¡Qué homenaje más sentido a la gran persona que fue
el prof. Sampedro!!

Nos queda su legado.

Un abrazo, Cármen.