domingo, 22 de enero de 2017

Número 145. La española inglesa. Una gitanilla en el Londres isabelino

Entre los despojos que los ingleses llevaron de la ciudad de Cádiz, Clotaldo, un caballero inglés, capitán de una escuadra de navíos, llevó a Londres una niña de edad de siete años, poco más o menos [...] la más hermosa criatura que había en toda la ciudad.

Anglodutch

La toma y saqueo de Cádiz por parte de los ingleses durante la guerra anglo española (1585-1604) es uno de esos episodios que rara vez vamos a encontrar en los manuales de historia escolares. No parece muy didáctico hablar de los fracasos, de cómo sufre el pueblo en las guerras, de cómo pagan las consecuencias los inocentes... Parece más didáctico hablar de armadas invencibles que solo las tormentas pudieron hundir, pero ni de los muertos ni de los secuestrados suele hablarse. Cervantes nos lo cuenta a su manera.

En aquel suceso los ingleses no solo saquearon la ciudad llevándose todo lo que cupo en sus barcos, sino que también se llevaron como rehenes a un grupo de ciudadanos principales que servirían como prenda de los 120 000 ducados, que las autoridades pactaron en la rendición. Infestados andaban los mares de gente refinada —ya fueran turcos, ingleses o devotos españoles— para los que la vida humana valía lo que podía pagarse por ella. De ello, Cervantes sabía un rato, como bien sabemos a través de los datos, afortunadamente cada vez más abundantes, de su vida. 

Pues sigamos con la historia de la pobre niña, víctima de una guerra más, y pensemos que después de todo tuvo suerte y cayó en buenas y cristianas manos, o al menos eso recalca el narrador de sus desgracias: 
Mandó el conde echar bando por toda su armada que, so pena de la vida, volviese la niña cualquiera que la tuviese; mas ningunas penas ni temores fueron bastantes a que Clotaldo la obedeciese; que la tenía escondida en su nave, aficionado, aunque cristianamente, a la incomparable hermosura de Isabel, que así se llamaba la niña. Finalmente, sus padres se quedaron sin ella, tristes y desconsolados, y Clotaldo, alegre sobremodo, llegó a Londres y entregó por riquísimo despojo a su mujer a la hermosa niña.
Mientras los gaditanos se recuperaban como podían, porque la vida sigue, y las naves inglesas partían hacia su tierra a ponerse a los pies de su soberana, Cervantes afilaba su pluma para que aquella España a la que pudieran llegar sus versos, que sabemos corrían manuscritos, supiese de aquel vergonzoso suceso de aquellos pavoneados mangas verdes que una vez más habían llegado tarde a su obligación: 
Vimos en julio otra semana santa,
atestada de ciertas cofradías
que los soldados llaman compañías,
de quien el vulgo, y no el inglés, se espanta;


hubo de plumas muchedumbre tanta
que en menos de catorce o quince días
volaron sus pigmeos y Golías,
y cayó su edificio por la planta.

Bramó el Becerro y púsolos en sarta;
tronó la tierra, escureciose el cielo,
amenazando una total rüina;

y al cabo en Cádiz, con mesura harta,
ido ya el conde sin ningún recelo,
triunfando entró el gran Duque de Medina.
Ya tenemos a la niña en Inglaterra, y Cervantes insiste en la buena suerte que ha tenido al caer en semejantes manos: 
Quiso la buena suerte que todos los de la casa de Clotaldo eran católicos secretos.
Y además saben apreciar las excelencias de la lengua castellana, que convive naturalmente con la inglesa, que un tal Shakespeare, también autor de comedias, va a llevar a lo más alto en su cota artística:
Desta manera, sin olvidar la suya, como está dicho, hablaba la lengua inglesa como si hubiera nacido en Londres. 
Ya tenemos a la niña, no solo instruida en el arte de las letras —es de agradecer a Cervantes este afán por hacernos a las mujeres leídas y escribidas—, preparada para dirigir una multinacional o llegar a los más altos destinos diplomáticos. La música, como en el caso de Preciosa, no puede faltar en su educación, aunque en este caso con matices, que la niña es persona principal: 
Después de haberle enseñado todas las cosas de labor que puede y debe saber una doncella bien nacida, la enseñaron a leer y escribir más que medianamente; pero en lo que tuvo extremo fue en tañer todos los instrumentos que a una mujer son lícitos, y esto con toda perfección de música, acompañándola con una voz que le dio el cielo, tan extremada que encantaba cuando cantaba.
Mujeres hermosas, cultivadas, llenas de virtudes entre las que destaca la honestidad, con un único destino: ser la merecida esposa de algún caballero de mérito.
Todas estas gracias, adquiridas y puestas sobre la natural suya, poco a poco fueron encendiendo el pecho de Ricaredo...
La historia prosigue, pero si el lector anda con prisa y la manera de expresarse de Cervantes es para él secundario, puede rellenar los puntos suspensivos como guste, porque lo principal ya está dicho. No obstante, sepan que la historia termina bien y que Ricaredo, como un anticipo de lo que años más tarde hará su descendiente Phileas/Willy Fogg llegará en el último minuto a salvar a su dama:

Comentario para el club de lectura La Acequia.  

7 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Me ha encantado tu entrada. La española inglesa me parece irreal como la vida misma. Con qué sanas intenciones sę roba una niña de siete años, qué lista la niña, qué buenos los católicos padres ingleses que la educan como si fuera de la familia, qué Isabel Tudor tan comprensiva, cuántas casualidades, anglofilia cervantina no sé yo...Es la novela más artificial de las ejemplares-, tal vez sea así el género bizantino, no sé, no he leído el Persiles...
Un placer leerte. Un abrazo Carmen.

La seña Carmen dijo...

Artificios aparte, y no sé lo que dirá el profe, yo he visto aquí un ironía soterrada. ¿Qué pretendía Cervantes al escribir esta historia increíble?

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente entrada. No solo ironía, Carmen, crítica . Pretendía dos cosas: jugar con la técnica de la novela bizantina (es convención del género que la niña fuera "respetada" y se hicera "respetar") llevándola hacia el realismo en datos y lugares; poner sobre la mesa situaciones concretas que le afectaban a él y a la sociedad del momento. Sevilla era casi una segunda patria para él, como denotan las continuas referencias a la ciudad que llenan su obra.

Abejita de la Vega dijo...

Apunto tu pregunta para la reunión de mañana. Besos.

Abejita de la Vega dijo...

En mi blog he publicado lo siguiente:

-(P.O.): En La Española Inglesa cuenta como los ingleses llegaron a Cádiz y se llevaron a muchos para pedir dinero por el rescate. María del Carmen Ugarte, en una entrada de su blog, dice que Cervantes retrata el sufrimiento de la gente. Cervantes pudo inspirarse en alguien que lo sufrió.

-Me pregunto qué clase de buenas intenciones puede tener el que roba a una niña de siete años.

-(P.O.):Juega con la técnica de la novela bizantina e, independientemente de lo que ocurra, es convención del género que nunca va a sufrir violencia sexual, la virtud siempre triunfa.

-Me pregunto cómo puede poner bien a la reina de Inglaterra, Isabel Tudor, tan odiada por los españoles y tan terrible, al parecer.

-(P.O.):Una reina es una reina, aunque sea inglesa, la monarquía ni tocarla.

-¿Cómo es posible que Cervantes muestre anglofilia en aquellos tiempos en los cuales los españoles tenían reciente lo de la Invencible?

-(P.O.):Idealiza a una clase social inglesa más culta y refinada que la española, proyectando una imagen utópica para los españoles.

Besos, Carmen.

La seña Carmen dijo...

Oportunas las preguntas al profe, Pedro Ojeda (PO), y oportunas las respuestas.

No toda la violencia contra la mujer y contra la infancia tiene que ser sexual. Ni en tiempo de guerra, incluso de aquellas guerras, se entiende y menos se justifica el tráfico de personas.

Paco Cuesta dijo...

"Y entregó por riquísimo despojo a su mujer a la hermosa niña". Cervantes guarda las formas con los ingleses (reina incluida) a pesar de los acontecimientos. Muchas gracias por tu valiosísima entrada.

Besos