viernes, 22 de julio de 2016

Número 126. Parece que Adán y Eva no sabían refranes

¡Ni falta que les hacía!

Además Eva tenía un piquito de oro y razonaba cual académica que al pobre Adán lo tenía obnubiladito. ¡Como para acordarse de refranes!

¿Que de qué hablo? Pues de la estupenda novela Las colinas del Edén de Francisco Muñoz, Paco para los amigos y paisanos.

La novela arranca de una forma clásica: alguien encuentra un manuscrito en alguna parte que viene a volver del revés la historia que nos han contado, y ello da pie a que el escritor deje acto seguido a un lado los manuscritos para recrear su propio historia, su si no sucedió así bien pudo suceder.

ondulado paisaje castellano reseco con motas de verde y cabaña pastoril de piedra en primer término


Para dar mayor verosimilitud a lo narrado, al inicio de cada capítulo o de cada bloque, se reconstruye la literalidad del supuesto manuscrito, para luego dejar volar imaginación y pluma hasta formar una pieza maestra de la literatura contemporánea. 

Las descripciones de los paisajes, siempre vistos desde los ojos vírgenes, pero no ingenuos, de Adán y Eva te hacen gozar con ellos de esas suaves colinas y esos valles fértiles, llenos de lagos y cascadas en los que las mujeres se bañan y recrean como si no hubiera en el mundo ojos capaces de observarlas.

También ruge el mar, oscuro, profundo, infinito, dejando un recuerdo de algo inalcanzable. Es lo único que les falta a estos dos héroes de la Prehistoria, conquistar el mar, como más tarde harían sus descendientes; pero todo lo demás, todos los descubrimientos del hombre desde el hacha de piedra a los metales, desde el fuego a la cerámica, desde el abrigo de las cuevas a la construcción de casas sólidas, desfila por la novela con una lógica que es capaz de obviar miles y miles de años de evolución humana. Si no sucedió así, bien pudo suceder, volvemos a pensar indulgentes dispuestos a perdonar estos deslices, porque en esta bella ucronía todo está justificado para hacer un gran canto, un poema épico de los primeros pasos del hombre sobre la tierra: sus miedos, sus anhelos, sus amores, sus odios, sus descubrimientos en el amplio sentido de la palabra.

Y por encima de ello Elohin, al que temen, al que solo ven en sueños, el todopoderoso que los castiga si le desobedecen, o si simplemente no le agradan los sacrificios ofrecidos, aunque sean de lo mejor que ha ofrecido la ingrata tierra.

En la vieja historia contada ahora con otros ojos, desde otra perspectiva, Caín no mata a Abel con una quijada de burro, como cuenta la tradición, la muerte de Abel es fruto de un mal accidente, y a Caín le pesara su muerte toda la vida, hasta el punto de vagar sin rumbo avergonzado. Errará hasta que en otro valle y en otra familia encontrará poco a poco la paz, sin embargo, siempre añorará su valle natal.

A cambio de la acogida, Caín les dará todo lo que sabe que es mucho, porque él ha heredado lo mejor de su padre y lo mejor de su sabia madre, acrecentando ese conocimiento con su propio tesón y trabajo. Adán, Eva, Caín... todos son unos investigadores natos, y como no podía ser menos unos auténticos innovadores a la búsqueda siempre de nuevos usos a los objetos que los rodean, domesticando la Naturaleza, animales, plantas y rocas, y hasta algo tan imposible de dominar como es el fuego. Solo las tormentas parecen resistírseles, pero para ello, para protegerse de ellas, construyen cada vez las casas más sólidas.

Anacapri - Fliesen-Mosaikboden

Pero sin lugar a dudas, si algo han resaltado todos los comentaristas o meros lectores de este libro ha sido el papel de Eva, no solo como madre de la humanidad sino como la mitad de Adán, la mitad de esa humanidad que sin la otra mitad hubiera sido imposible.

Adán y Eva son la pareja ideal, sus aciertos y complementos parecen haber sido milimetrados. Si uno descubre una cosa, la otra sabe complementarla, Si Adán caza, Eva recolecta hierbas que curan. Cuando el peligro acecha, Eva no duda un momento en colocarse en su puesto, al lado de Adán para luchar lanzando venablos sin descanso contra las fieras salvajes. Eva y Adán se curan y protegen mutuamente, son conscientes de que el uno sin el otro no podrían sobrevivir en esa tierra que les es hostil. 

Juntos, codo con codo, primero solos, luego en compañía de los hijos que van llegando, avanzan con paso firme no solo en el camino del progreso sino también del conocimiento, de la sabiduría, de la madurez intelectual, e incluso religiosa, entreviendo que al final del camino se volverán a unir en ese paraíso del que fueron expulsados.  Adán y Eva no olvidaron del todo lo que habían aprendido en ese maravilloso lugar, y por eso saben ponerles nombres a las cosas a medida que las van descubriendo. La importancia del lenguaje, de la expresión, de la comunicación...

Los otros habitantes de la Tierra no sabrán cómo dominar el fuego y no sabrán cómo mejorar sus armas, pero sabrán comunicarse con los otros hombres, hablarán el mismo idioma, porque la confusión de lenguas todavía no ha llegado y los hombres no son enemigos de los hombres, sino iguales dispuestos a intercambiar sus conocimientos y tesoros. 

Ni tan siquiera los animales, al menos ciertos animales, son sus enemigos, como lo prueban esas generaciones sucesivas de Lobo y Loba que conviven con ellos protegiéndolos de otros animales.

Gran novela a la que se le puede perdonar que la historia de la humanidad discurra toda en un verbo y que Eva no fuera capaz de resumir toda su sabiduría en una frase sentenciosa. 

En definitiva, refrescante lectura para las tardes de verano y reconfortadora para las largas veladas de invierno.

2 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Tiene buen aspecto el relato del de San Roque. Adán y Eva no tenían ascendientes y no pudieron aprender refranes. No venían a cuento en el Paraíso. Una vez expulsados comprobarían que donde no hay harina..
Un abrazo Carmen

La seña Carmen dijo...

Yo que tú lo metería en la lista de lecturas. Muy recomendable desde todos los puntos de vista.