lunes, 13 de junio de 2016

Número 123. Odón de Buen: toda una vida. No hay puntada sin hilo

Han pasado casi tres años desde que Antonio Calvo Roy me firmó su libro dedicado a la figura del científico Odón de Buen:

Para Carmen. No hay muchos refranes en el libro, pero espero que te guste de todas formas.
21 noviembre 2013
¡Claro que me ha gustado! Y si he tardado tanto tiempo en acabarlo no ha sido por disgusto, sino por aquello de que unas y otras lecturas se van metiendo por el camino. 

Por su formato, más que por su contenido, no es un libro para leer en el metro o meterse con él a la cama, así que todo ha contribuido a que, si la memoria no me falla, haya necesitado tres asaltos para leerlo, el tercero esta misma semana en la que he rematado la lectura de los tres últimos capítulos que me quedaban.


«No hay muchos refranes», pero alguno hay y más de una expresión coloquial que te hace muy muy amena la lectura. Contar la vida de un científico no es fácil, pero Calvo Roy lo consigue con facilidad. No es su primera hazaña en este sentido, recuerdo su Cajal, triunfar a toda costa, que me leí de pe a pa y con facilidad para entretener un acompañamiento de hospital, y me resultó sumamente interesante conocer el devenir de un científico del que yo sabía algunas cosas, las principales, pero no muchas más. Más tarde llegó Lucas Mallada, biografía de un geólogo regeneracionista, del que no tenía ni idea, y resultó igualmente de interés entrar en los intríngulis de una ciencia tan opaca y tan desconocida como es la geología, al menos para mí, y eso a pesar de que en mi pueblo se dan bien los geólogos


Jorge de Buen y Antonio Calvo Roy


Obviamente el interés del libro que ahora acabo de terminar no radica en sus refranes, a pesar de que este blog esté dedicado mayormente a ellos, sino a la amplia trayectoria de un científico desconocido en España y que sin embargo, llevó a cabo una labor tan importante que nuestro conocimiento de los océanos y de sus habitantes no sería el que es —no hablo de mí sino a nivel general— si no fuera por la labor llevada a cabo desde el Instituto Español de Oceanografía, fundado por de Buen en 1914.

De Buen no solo era un excelente y activo investigador, era además un excelente divulgador científico. Sin duda en este punto, en explicarnos la importancia de esa labor, ha puesto Calvo Roy su mejor hacer, no en vano ostenta la presidencia de la Asociación Española de Comunicación Científica: la ciencia hay que difundirla y hay que hacerlo con rigor.

Desde la Introducción ya deja el autor constancia de este equilibrio entre investigación, docencia y divulgación que mantuvo siempre de Buen a lo largo de su vida, en algún caso llegando a sacrificar la labor investigadora frente a la comunicativa o gestora. ¡Qué mejor que las propias palabras del científico para dar fe de esta necesidad!:
No os extrañe, amigos míos, que ponga el empeño en popularizar la Ciencia, aun por encima de mi labor universitaria; la necesidad impone en España esta preferencia, que a muchos podrá parecer un sacrilegio. Pónganse las trabas que se quiera, siempre resultará triunfante la soberanía popular; aún los Césares y los dictadores que se creen árbitros de los destinos de los pueblos, vienen a ser al fin y al cabo la resultante de un estado de opinión pública, y cuando ésta cambia, caen a tierra los que pretendían dominarla. Conquisté el positivismo en opinión popular, y su influencia será firme y duradera; viva la Ciencia separada del pueblo, y estará a merced de los gobernantes, como el destino público de la más baja estofa. La conveniencia, si ésta puede invocarse, exige conquistar la opinión en beneficio de las Ciencias Naturales (pág. 14).

Como no podía ser menos, de Buen, renovó fundamentalmente la forma de enseñar, y sobre todo de enseñar las ciencias, con clases prácticas, excursiones científicas y salidas al campo. Quizá tenía muy presente ese la letra con sangre entra, que había marcado su infancia. Así lo cuenta Calvo Roy, tomándolo de las Memorias del propio científico:
Y desde luego, el maestro del pueblo, D. Jorge Luna "que había servido en Artillería y era más artillero que educador". El sistema de enseñanza, "la vieja letra con sangre entra", tenía como protagonistas varas "de un olivar próximo", y muchos palmentazos que, más o menos, mantenían la disciplina, aunque "eso sí, salíamos de la escuela los mejores con mala letra, sin pizca de ortografía, ni de sintaxis, fiando nuestra cultura a la buena de Dios" (pág. 15).
Abundan en la obra las citas textuales tomadas de libros, de periódicos, de documentos de todo tipo que el biógrafo sabe ensartar en su propia prosa con una maestría digna de admiración. En ningún momento cansan esas citas, y puede que parte de la argamasa que las une tan sólidamente sean esas expresiones populares que Calvo Roy domina, y que a menudo modifica para adaptarlas a su estilo porque las tiene plenamente asimiladas. Por ejemplo, esta forma de introducir una cita de El Imparcial:
Y aprovechando todos los pisuergas posibles, una vez más vemos el interés de De Buen en la divulgación y la promoción de la Oceanografía, precisamente en la Exposición Universal de Sevilla de 1929: "Real Orden, autorizando el gasto de 24.400 pta con cargo al vigente presupuesto del ministerio de Marina para la adquisición, transporte e instalación de mobiliario con destino a la Exposición de Instrumentos de Oceanografía, Hidrografía e Hidrología que ha de celebrarse en Sevilla en la primavera del próximo año" (pág. 200).
Tampoco desaprovecha oportunidad el biógrafo, para hacernos llegar algunas anécdotas curiosas, un «no dar puntada sin hilo» expresión que repite hasta cuatro veces en distintas partes de la obra y siempre de forma distinta, lógicamente refiriéndose al biografiado.
Fondo con distintas especies del acuario de Lisboa

No era para menos, si tenemos en cuenta lo difícil que se hacía la divulgación científica en España en las primeras décadas del siglo XX. Curiosa esta anécdota de la llegada del príncipe Alberto I de Mónaco, gran impulsor de los estudios oceanográficos, y de la que se hizo eco la prensa con estas palabras:
Al día siguiente dictó una conferencia patrocinada por la Sociedad Geográfica a la que asistieron todas las "Reales personas" y lo mejor de la sociedad madrileña, tal y como señala con precisión el ABC: "en conjunto un auditorio digno del egregio conferenciante: á tout seigneur, tout honneur". Habló en "correcto castellano" sobre los "Progresos de la Oceanografía" y "se adueñó de tal modo del espíritu de sus oyentes, que no se distrajo ni un momento obtenidas durante sus viajes" y demostró que "no es solo un sabio biólogo, un navegante experimentado y un explorador intrépido, sino también un artístico divulgador científico". Fue tan claro "en sus conferencias, que con un método sencillo y una clara exposición, hizo que hasta las señoras que asistieron á ellas salieran con conocimientos de aquella Ciencia, para muchos desconocida" (pág. 142).
No podemos menos de sonreír ante esta alusión a la cortedad de luces de las señoras de la época. Sin duda que don Odón no compartía esa idea. La figura de su mujer, Rafaela Lozano, queda más que suficientemente recreada y puesta en primer plano en la biografía de Odón de Buen. No vamos a hablar de aquel tópico de que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer, aunque sin duda lo fue, esposa y madre de seis hijos varones, pero sobre todo compañera del gran científico.

En cualquier caso yo recomiendo a las señoras que me lean que si tienen oportunidad no se pierdan esta interesante biografía de un científico español injustamente olvidado. Aprenderán mucho de todo, guiados por Calvo Roy, que sigue implacable su marcha odonizando al mundo implacablemente.


Calvo Roy, Antonio (2013): Odón de Buen: Toda una vida. Madrid: Ediciones 94.

4 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Las señoras, las señoras como paradigma de la ignorancia. El maestro, artillero. Qué pena me da leer eso por reunir en mi persona las dos condiciones. Y yo que soy señorita, todavía peor...Ya decía doña Emilia Pardo Bazán que no es mérito ni demérito de una obra el no sonrojar a las señoritas. ¡Cielos, las pobres señoritas!

A pesar de todo, siempre ha habido estrellas con luz propia que no dieron puntada sin hilo. Tuve mi época de biografías, el funcionario del bibliobús madrileño me las proporcionaba. Habrá que volver a ellas De momento, a ver si busco algo de don Odón de Buen por el procedimiento facilón, ay el google.

Besos, Carmen, me voy a mis soledades blogueras.

La seña Carmen dijo...

Yo de didáctica solo sé que no sé nada, pero sé que hay profesores de lengua que trabajan mucho con textos periodísticos. Quizá sería bueno utilizar también textos científicos de carácter divulgativo, bien escritos, claro. ¿Mataríamos dos pájaros de un tiro?

Contando los sesenta dijo...

¡Qué majo el príncipe monegasco, oye! Me ha recordado a Rajoy cuando en el Parlamento prometió ser tan claro que hasta sus señorías de izquierda lo iban a entender...
Bueno, que me he ido de tema, será porque soy mujer.
Tengo una lista de libros pendientes que llega como hasta el año 2025 o así pero prometo meter mano a este Odon de Buen que tan bien has presentado.
Gracias.

Abejita de la Vega dijo...

Los textos científicos suelen dejarlos para los profes de Ciencias. Tienes razón, mataríamos dos pájaros de un tiro.

No es que consulten o no la Didáctica, los de secundaria no la han visto en la vida. Es que cada uno tiene su estantería...Yo, como maestra, considero como mías todas las estanterías si vienen al caso.

Besos