Entre bits y bytes
No puede negar Nelson Verástegui que es ingeniero ni que parte de su vida, al menos casi toda su vida laboral, la ha pasado metido entre bits, así que puestos a comentar su libro de relatos El ojo de la cerradura, y después de dar una vuelta por otros aspectos que dejaré para otras entradas, yo también me pongo el gorro de informática y paso a comentar el libro de un colega, un colega amante de las palabras tanto o más que de los bytes.Para completar la serie, gracias a un amigo de la universidad, recibí una oferta de empleo en Ginebra, como responsable comercial de tecnología de la información. Era una empresa europea de concepción y mercadeo de paquetes informáticos de ayuda a la explotación. Pedían conocimientos de Windows, Unix, Linux, AIX, OS/400, OPEN VMS... así como de instalaciones de ERP (SAP R/3). Mis conocimientos de inglés y alemán completaban mi hoja de vida. Me iba como anillo al dedo (pp. 63-64).No sé si para crear ese perfil profesional ha recurrido Nelson a cualquier anuncio viejo de páginas salmón, o simplemente se ha dado el capricho de poner la sopa de letras de los sistemas operativos, en totum revolutum —propietarios y libres, pequeños y medianos—, como homenaje a los que alguna vez en nuestras vidas tuvimos que lidiar con alguno de esos sistemas, pero sin duda a más de un lector, incluidos algunos jóvenes ingenieros, les sonará a chino parte de los ingredientes de esa sopa. La inclusión en el perfil del SAP, en un tiempo lo más de lo más en las aplicaciones de gestión, completa un perfil solo posible en un relato o en el más difícil todavía, pero al protagonista le va «como anillo al dedo».
La informática que se nos muestra en El ojo de la cerradura se nos hace un poco añeja. Si la tradición o el clasicismo existieran en esa área, las referencias de Nelson serían todo un homenaje a ese mundo de la informática de núcleo duro en la que algunos nos iniciamos en la profesión. ¿Cómo no verse reflejado en el perfil del protagonista del cuento?:
Un informático casi cincuentón como yo no podía conseguir empleo fácilmente. Cuando la casa matriz estadounidense de IBM decidió reducir su nómina de empleados en el mundo, no porque estuviera perdiendo dinero, sino porque había ganado menos de lo que esperaban sus accionistas, perdí el puesto. Hacía varios meses que tenía problemas con mi jefe por no haber vendido la cuota de equipos que él me había fijado. En realidad yo ya estaba cansado de esa vida, alejado de la técnica que me gustaba más, pero desplazado por los jóvenes diplomados que sí estaban más al tanto de las últimas tecnologías de moda (p. 49).Y luego está también esa otra informática casera, más cercana al lector habitual para darnos la perspectiva de cómo la tecnología ha venido a revolucionarnos cambiando usos y costumbres:
Una pareja joven que se mudó después parecía vivir en armonía. El esposo trabajaba en el aeropuerto y ella se dedicaba a ir de compras y a arreglar la casa. El problema que tenían era de comunicación. Él vivía conectado a su PC entregado a videojuegos, mientras ella se aburría de no hacer nada, La mujer se metió a la Internet y descubrió un mundo de encuentros virtuales con desconocidos del mundo entero, pero también con personas de la región (p. 69).
La Internet, así con artículo, donde personas «desconocidas» o no tanto se encuentran. A veces los desconocidos viven en nuestro mismo bloque, en la oficina de al lado o incluso en nuestra propia alcoba. ¡Cuánta imaginación le hemos puesto a estos primeros escarceos virtuales para comprobar poco después que la realidad podría superar la ficción! La informática y la Internet van teniendo su tradición y su corpus de leyendas acerca de esos encuentros.
Dicen, cuentan, que la intención de los creadores de Facebook no fue conectar mundos lejanos, personas separadas por inmensos océanos, sino gente que compartía mus y botellín en la cafetería de la propia facultad, pero antes de eso el irrenunciable correo electrónico había cubierto muchos huecos.
Cada relato lleva anexas y en primer lugar una serie de palabras clave que sitúan al lector ante lo que va a venir. Uno de esos relatos tiene ya de por sí un título bastante esclarecedor, aunque también puede llevar a prejuicios que se verán contrariados: Caperucita Roja y el Conejo Caliente, así sin anestesia, y las dos palabras clave: tecnología y eros nos predisponen a uno de esos tórridos encuentros en la virtualidad.
Conejo Caliente (chaudlapin) es una cuenta de Gmail y Caperucita Roja es una cuenta de correo de Yahoo! Ambos iniciarán una relación que irá in crescendo, ante los ojos asombrados de una madre que no da crédito a lo que sus ojos están leyendo. No descubriremos el secreto, porque a la habilidad de Nelson para mantener la tensión dramática durante todo el relato y sorprender con finales no siempre predecibles hablaremos en otra ocasión.
¿Estás en Facebook o en Twitter o en MSN? (p. 229)
No se adentra mucho Nelson en el ámbito de las redes sociales, ya lo hemos dicho, su informática pertenece a la época previa al 2.0, quizá más adelante vuelva a sorprendernos en ese campo, pero de momento nos deja un buen relato de ciencia ficción donde apunta cuál puede ser el peligro de la Humanidad, si no conseguimos desconectarnos a tiempo.
En un invernadero de bonsáis un joven conversa con su abuelo:
—Me hablas de democracia, de Internet, de Facebook y no sé qué más galimatías. Todo esto parece inglés básico para mí. ¿Y cómo sabes tú todo eso y nadie nos lo ha contado?—Porque yo formaba parte de la policía secreta de la Internet y ayudé a poner en marcha esa enorme manipulación. Claro que el sistema estaba previsto para eliminar a todo el que conociera el secreto (p. 185).
¿Cómo logró el abuelo sobrevivir? No daremos pistas, pero apuntaremos a otro relato cuyo título es enormemente revelador: No solo de tecnologías vive el hombre.
A los compañeros de IBM con toda mi solidaridad.
2 comentarios:
De la novela decimonónica a la Informática.¡Qué gorros tan diferentes! Comunicación en ambos casos. Te sientan bien los dos.
Me tomé la libertad de incluir una foto que tomé, hace un par de años, en tu pueblo...¿La has visto?
Besos y ahí va un refrán: "El médico que sólo sabe Medicina, ni Medicina sabe".
Está muy claro que escribimos de lo que va impregnado nuestra vida a lo largo de los años.
Me has intrigado con el libro, así que lo buscaré.
Un abrazo
( Te escribí un correo por lo que publicaste en Gomelia, supongo lo habrás recibido)
Besos
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