El turista que llega a Cartagena a primeros de mayo y ve esas cruces adornadas en los barrios del centro puede pensar en una fiesta tradicional de gran raigambre, pero a medida que avanza por las calles empezará a ver que algo no encaja: no encajan mucho esas flores en el pelo, esos tablaos donde se baila flamenco, esa música andaluza, esas sevillanas, esos volantes y esos rebujitos. La alegría, eso sí, está presente, la gente se mezcla y participa, y las calles se van llenando porque hace buen tiempo, se hacen posados delante de las cruces para tener un recuerdo.
Sin duda es una fiesta popular que va ganando año a año.
La tradición de erigir una cruz o corona adornada de flores en los primeros días de mayo es tradición de muchos lugares de España. En el plano religioso se relaciona con la conmemoración de la Invención de la Santa Cruz el 3 de mayo, en memoria del descubrimiento, que eso es lo que significa invención, por intervención directa de santa Elena de la cruz de Cristo.
En el plano pagano las cruces de mayo no son más que la cristianización del mayo, el árbol que adornado con flores y frutos se colocaba en la plaza del pueblo a primeros de mayo como exaltación de la primavera. Tiempo para celebrar la llegada del buen tiempo y sobre todo de los frutos con los que nos regala la madre Tierra cada año. Tiempo de celebrar en el que los mozos hacen gala de maña y fuerza pingando el mayo y las mujeres adornan sus cuerpos con flores y alegría en espera de las próximas bodas.
En Cartagena se mezcla lo religioso y lo pagano, lo propio y lo foráneo, y no falta un recuerdo para los toros.
Recién llegado a Cartagena, el turista vence la tentación de llamar a sus conocidos y amigos cartageneros para preguntarles acerca de la fiesta. Prefiere descubrirlo por sí mismo, meterse en las calles y entre el gentío, tomarse una caña o un rebujito, comerse un montadito de chorizo o unas patatas con ajo en plato de plástico, comprar alguna golosina en el puesto solidario e ir tomando fotos aquí y allá, que alguna saldrá, aunque esta vez tampoco haya habido demasiada suerte.
«Pues a mi amigo Fernando nunca le oí hablar de esta fiesta —comenta el acompañante del turista— y es cartagenero de toda la vida».
Visten las mujeres con trajes de volantes, ajustados en el talle, con las cremalleras a punto de estallar, el buen tiempo deja lucir las espaldas, todas con flores de tela en el pelo. Algunas se lanzan al traje corto, y se suben al tablao, sombrero cordobés en mano, para marcarse unas sevillanas.
Donde no llega la intuición llega san Google, que para eso está, y a través de la cofradía marraja nos enteramos de que ya en el siglo XVII se hacían cruces de mayo en el entorno de la catedral, y de que fueron ellos, los marrajos, los que un buen día muy avanzado el siglo XX decidieron resucitar las cruces con el fin de recaudar fondos. Lo demás lo fue poniendo poco a poco el pueblo y algunos bares del degradado casco antiguo.
«Hace calorcito y se está bien en la calle disfrutando de la música y del buen tiempo», leo en un foro. Y es verdad, se está divinamente al caer la tarde callejeando entre los puestos, sorteando las mesas, viendo cada vez más trajes de volantes que parecen responder a modas de distintos años. «Y estas ¿dónde se comprarán los trajes? ¿En Sevilla?», se pregunta el turista despistado, pues no ha visto en la calle Mayor ninguna tienda que luciera este tipo de aderezo.
«Mi madre de Cadiz y yo de Málaga ¿cómo no voy a ir a las cruces?», le dice una vecina a otra en la esquina de una calle algo apartada. Va ella ataviada con larga falda negra, blusa blanca, mantoncillo de colores y gran florón en el pelo.
No todo es andaluz en esta fiesta, hay detalles autóctonos que se agradecen como esa recreación del interior de una casa tradicional en plena plaza y con el cielo por techo, pero donde no falta un detalle, incluso el orinal debajo de la cama.
Y hay también cruces realmente autóctonas como las que nos brinda el grupo folklórico La Palma, procedente del Campo de Cartagena. Gracias a los modernos medios, el turista despistado y los lectores de este blog pueden también disfrutar algo de su buen hacer.
3 comentarios:
Ha venido mayo, bienvenido sea para que los danzantes jueguen a la rueda.
Y para las cruces...
Un abrazo
Pues como ahora no estoy en casa no puedo comprobarlo, pero casi seguro que en un clásico del folclore, 'La rama dorada' de sir James Frazer se habla largo y tendido de ritos y tradiciones alrededor de mayo.
Así es. A mayo y sobre todo a los árboles sagrados le dedica bastante. Es una constante en todo el folklore europeo. Estas cruces cartageneras son claramente otra cosa.
Publicar un comentario