martes, 21 de abril de 2015

Número 70. Sefarad. Una novela de novelas: Volver

Ademuz

Vuelvo otra vez a Ademuz. Me atrapa su historia, me atrapan sus protagonistas.

Dos mujeres.

La primera piensa en el futuro con los ojos en el pasado. La segunda, en el primer futuro, se enfrenta a su propio futuro. Relato de futuros.
Al salir de golpe de la última curva de la carretera verás de golpe todas las cosas que ella no volvió a ver, las últimas que tal vez recordó y añoró mientras agonizaba en su cama del hospital...
Pasados y futuros que corren entre acequias y regatos, zarzamoras y mimbreras, mientras el automóvil avanza. Volvemos al pueblo, volvemos a Sefarad.

Una mujer enferma, aún joven, recorre por última vez los caminos flanqueados por huertos, frutales, almendros, higueras, que dejan su impronta particular en cada estación. 

La mujer joven y enferma se sienta por última vez en la cocina frente al jardín, vuelve sus ojos atrás y mira hacia adelante sintiendo no poder disfrutar de la plenitud de sus hijas. La acompaña su hermana. La escena huele a pueblo y el agua del pasado vuelve a correr en el presente.


cántaro


... y el agua resonaba en el interior del cántaro, fresco y hondo como boca de pozo, hace tantos años, cuando aún no había agua corriente en las casas y las mujeres íbamos a buscarla con nuestros cántaros a aquella fuente en lo alto de la cuesta que estaba siempre llena de avispas. Y mi hermana se quejaba de que como ella no tenía caderas el cántaro lleno se le escurría del costado.
A las palabras de aquella mujer les pone voz un hombre, el yerno que no llegará a conocer: mientras el agua rezuma en la panza fresca del cántaro. Un hombre que sabe todos esos detalles del pesado, pero que nunca llegará realmente a conocer:
Tu vida anterior es un país del que me has contado muchas cosas, pero que nunca podré visitar. 
Y sin embargo, está a punto de hacerlo. Otra mujer agoniza, otra mujer que en realidad es el complemento de la primera, dos mujeres que se prolongan en sus hijas.
De mi hija mayor puedo saber cómo será su vida, igual que puedo saber que su cara de ahora es la misma que seguirá teniendo hasta la madurez.
La hija mayor seguirá la senda apenas andada: 
Mi hija mayor terminará la carrera que ya quería estudiar cuando apenas empezaba el bachillerato, será profesora, se casará con su novio, continuará el camino...
La hermana, la de las caderas escurridas que no puede sostener el cántaro, la que no llegó a casarse ni tan siquiera tuvo novio, será la encargada de hacer realidad esos deseos, mientras los pensamientos de sus sobrinas están claramente en otra parte. 
Intentarás en vano recordar el metal de su voz...Verás la llanura con su verdor de oasis...Irás volviendo...
La llegada al pueblo y el reencuentro con recuerdos y seres queridos, mientras se espera el desenlace, adquiere tintes almodovarianos. No es solo el costumbrismo, es la atmósfera que envuelve el relato de la muerte en un pueblo donde todo se vive con más naturalidad. La segunda mujer, que es prolongación de la primera, te espera después de tanto tiempo de ausencia. 

Volver y volver. 
Bajo el burlón mirar de las estrellas, que con indiferencia hoy me ven volver... 
Volver con la frente marchita... 
Sentir que es un soplo la vida...
Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve...
Tengo miedo de las noches... 



... esta noche otro nombre añadido a la lápida del panteón de la familia, que tú mirarás mañana durante el entierro pensando tal vez por primera vez, sin que yo lo sepa, sin que quieras decírmelo, cuando yo me muera también quiero que me entierren con ellas. 

flores sobre una tumba de tierra con cruz de mármol blanco

Comentario para el club de lectura La Acequia: Sefarad. Una novela de novelas.

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Sefarad es un relato de relatos en los que se cuenta el retorno constante de muchas cosas. Un acierto este punto de vista para arrancar con la obra. Gracias.

Abejita de la Vega dijo...

La muerte es nuestro último Sefarad.