viernes, 9 de mayo de 2025

Núm. 304. Tórtoles de Esgueva: el agua, la iglesia y la reina Juana (I)

El agua, las fuentes, y el verde están por todas partes en Tórtoles de Esgueva. La sensación de frescor y el sonido del agua es constante durante toda la visita, pero no nos adelentemos y vayamos por orden.

Regato que baja por una pendiente entre una abundante vegetaciónaia-r

En punto esperaban los guías, Ángel y Maru, junto al mayo, que, apenas un par de días antes, habían pinado (levantado) a pulso los jóvenes y no tan jóvenes del pueblo.

Un grupo de hombres levanta el mayo a pulso.
(Pinado del mayo- Ángel Álvarez)

La visita a Tórtoles de Esgueva, dentro del programa «¿Te enseño mi pueblo?», se inicia con los datos demográficos y prácticos del Tórtoles actual, que, pese a ser un pueblo que no llega a los 500 habitantes, cuenta con todos los servicios. Más tarde se situará la localidad en los tres espacios geográficos de los que forma parte. Espacios distintos, pero que comparten mucho de lo que es esta zona de Castilla: el valle del Esgueva, la Ribera del Duero y la comarca palentina del Cerrato, que tiene su prolongación en los pueblos limítrofes burgaleses, por lo que Tórtoles está en el llamado  Cerrato burgalés.

Más que agrícola, Tórtoles tuvo en otro tiempo una gran importancia ganadera con numerosos rebaños de ovejas. Con la lana de las ovejas, se fabricaban paños y mantas, de ahí el seudogentilicio de pelaires que se da a los habitantes de la localidad. Tórtoles tuvo dos batanes, hoy arruinados, y de toda esta labor textil y ganadera, junto a otros oficios antiguos, quieren dejar recuerdo los murales a un lado del frontón.

Murales: rebaño de ovejas, batán y lavandera

Seguimos a nuestros guías camino de la parte alta del pueblo, acompañados por un buen olor a pan, proveniente de la panadería, que, además de buen pan, elabora unas excelentes magdalenas caseras. Doy fe.

Nos detenemos en un paraje donde la naturaleza se muestra generosa, abunda el agua, los árboles... El continuo paso del agua en otro tiempo ha dejado su surco en una pared de piedra caliza, donde pueden apreciarse todavía algunas pequeñas estalactitas. 

Los romanos eligieron el lugar para su asentamiento, precisamente, por su agua abundante, dejando en herencia unos cuantos canales para el regadío, y, ¿cómo no?, el sistema de calefacción por glorias, tan popular en toda la Ribera. Al fondo nos espera un gran edificio, se trata de un molino del siglo XVIII, que perteneció al convento, y parte abajo de donde nos encontramos se hallaba uno de los batanes del pueblo, hoy rodeado de maleza.

A la derecha roca con estalactitas, al fondo el molino
Sin duda el monumento más importante del pueblo, junto a la iglesia parroquial, es el monasterio de Santa María la Real. Es propiedad privada y, por lo tanto, no puede visitarse, pero, ante su portada y mediante fotografías, se nos facilitan los principales datos y se mencionan las principales estancias: la capilla de los fundadores, el claustro... El complejo cuenta con una superficie de aproximandamente diez mil metros cuadrados, y además del monasterio, hoy complejo hotelero en venta, cuenta con una quesería artesanal, también cerrada, y una residencia de ancianos de 34 plazas en funcionamiento.

El convento fue habitado por monjas benedictinas de clausura desde su fundación, en el siglo XII, hasta el XX. En 1977 las monjas se trasladaron a una nueva construcción en Aranda de Duero, a donde trasladaron algunos de los bienes muebles. 

Puerta del monasterio flanqueada por dos cipreses
Puerta del monasterio (Wikimedia Commons)

Quizá lo que más interese en la actualidad de este convento sea la leyenda que habla de las propiedades de su fuente para curar la ictericia, ya que estando en el lugar las huestes de Fernán González batallando con las de Abderramán III, la ingesta de las aguas de su fuente curó de ese mal a las tropas cristianas. En agradecimiento a este hecho, considereado como «milagroso», Fernán González mandó construir una capilla, sobre la que más tarde se levantó el monasterio.

Aunque no se cuente en la visita, leyenda o no leyenda, esta agua milagrosa ha atraído durante siglos a enfermos de la comarca, aquejados del llamado mal de amarillo, la ictericia. Las monjas aceptaba una limosna y mandaban que el enfermo fuera a misa durante ocho días y rezara unas oraciones ad hoc. Al cabo de ese tiempo el enfermo quedaba curado.

En nuestro recorrido circular alrededor del convento, pasamos por el parque de los Caños, con abundante vegetación, agua y caños donde abrevar el ganado.

Capitel con motivos geométricos.

En nuestro camino hacia la ermita de San Cebrián o del Cristo, por la parte alta del pueblo, podemos apreciar todo lo que Tórtoles es, y observar la mole de su iglesia con aspecto de fortaleza. La ermita tiene un gran valor emotivo para los tortolicos, pues hacia ella dirigen sus pasos el día de Viernes Santo. De origen románico, la construcción actual es muy posterior. Cuenta con tres naves; sus columnas se rematan en capiteles con decoración floral-geométrica. Está presidida por la imagen del Crucificado en un altar barroco. La imagen de san Cebrián se sitúa en un lateral.

Icono de San Cebrián

Desde el cerro conde se sitúa, que sube al páramo, se aprecia bien la cuesta de las Atalayas, aunque en el pueblo se conoce como las Revueltas. Allí se cree que pusieron los moros sus puntos de vigilancia para controlar todo el valle del Esgueva. De la presencia árabe en el pueblo, quedan algunos recuerdos en la toponimia, como Fuente la Mora o Guadameya, hoy una marca de vino.

Seguimos nuestro camimo callejeando por lo que fueron los distintos barrios. En uno de esos puntos nos paramos, porque hemos llegado a la calle de las Tapias, calle en pendiente -los locales la llaman Arrastraculos-, terminada en un arco. Esta calle une los dos barrios, el primitivo, medieval, de calles intrincadas, y el más moderno, ya construido en la Edad Moderna, donde podemos encontrar algunas casas palaciegas.

Antes de abandonar este espacio, fijémonos en la capillita que la piedad popular ha colocado en uno de los muros del pasadizo.

Pequeña imagen de la Virgen de Fátima y florero

De Tórtoles de Esgueva fue el obispo de Zamora, Ángel Molinos Tobar (1721-1786). Su casa está en la calle Mayor; aunque ha tenido distintos usos, como prueba un gancho de carnicero al lado de una de las puertas, presenta un aspecto noble con balcones y dos escudos en su fachadas. Dentro se conserva la escalinata y el báculo del obispo en las puertas.

Vista parcial de la casa del obispo: puerta, ventana, balcón y escudo,a

En esta calle mayor se pueden apreciar también algunas casas en ladrillo visto, material que empezó a utilizar la mediana burguesía para sus casas a finales del siglo XIX y se prolongó durante buena parte del XX. Las fachadas solían adornarse con motivos geométricos.

Fachada de ladrillo visto rojo. Adornos romboidales en el mismo material, sobresaliendo del plano

 
Igualmente, en otras fachadas podemos encontrar molduras remarcando los vanos y otros adornos, con voluntad indudable de dar prestancia a las contrucciones

 

Fachada de casa con los balcones enmarcados por molduras blancas. Igualmente adornos de rombos en blancoeoessd

Los numerosos manantiales de los que se rodea el lugar, sin duda surtieron de agua para el consumo a la población durante siglos, pero fue en 1924 cuando esa agua se canalizó y llegaron las fuentes públicas al pueblo. La primera se instaló, como no podía ser de otra forma, en la plaza. Esa fuente se trasladó luego a la puerta del Sol para evitar su consumo directo por un vecino; el confilcto se resolvió bastantes años después al hacerse una réplica en la plaza.

Fuente con pila redonda y dos caños, puede leerse el año, 1924

Aprovechamos el agua de la fuente para tomarnos un descanso en el paseo. 

Volvemos enseguida.

martes, 8 de abril de 2025

Núm. 302. La memoria ribereña: Anuario de tradiciones de la Ribera del Duero (siglo XX)

El etnógrafo Arturo Martín Criado recoge en su último libro, Anuario de tradiciones de la Ribera del  Duero (siglo XX), la parte de la memoria ribereña relativa a las costumbres y tradiciones de nuestros pueblos. Buena parte de lo que se reúne en el libro ya había sido publicado en diversos artículos del autor, la mayor parte en la Revista de Folklore, pero ahora, tomando como hilo conductor el ciclo anual, Martín Criado nos ofrece un paisaje narrativo, que se lee casi como una novela. 

Los danzantes de Fuentelcésped, ataviados con su vistoso traje, bailan ante la imagen de la Virgen de Navaan
Fuentelcésped- Virgen de Nava

 

No estamos ante un anuario al uso en el que vayamos a buscar los datos de una determinada fecha, pues la estructura del libro, más allá de la división en doce meses, es otra. Ni tan siquiera podremos decir que dentro de cada capítulo vamos a encontrar una estructura fija, pues las distintas secciones se imbrican dentro de la mencionada narrativa. Es, por tanto, aconsejable que se consulte el índice de las primeras páginas del libro, si el interés es por un tema concreto. Si este interés concreto no existe o es  secundario, lo mejor es sumergirse en la lectura y dejarse llevar. 

De este modo, Martín Criado nos va pasando por fiestas, canciones, costumbres, creencias, acertijos, cuentos de tradición oral —muy valorados, si tenemos en cuenta su escasez en la Ribera—, juegos, acertijos, refranes...      

Cuatro mujeres vestidas con traje regional portan en andas a la santa. Se lee: "Santa Águeda mágueda / linda mujer / recoge los pollos / que va a llover"nuatr
Santa Águeda- Peñaranda de Duero 

Autor de una obra imprescindible, Vocabulario de la Ribera del Duero, el autor ilustra todo el texto con la palabra precisa, teniendo cuidado de marcarlas en cursiva. Son palabras en buena parte ya caídas en desuso por pérdida del referente, pero para aquellos objetos materiales, el autor nos proporciona también un dibujo. Y quizás estos, los dibujos, sean de los mejores valores del libro. No tanto las fotografías, pues al tratarse de una edición modesta en blanco y negro, la calidad es escasa. 

En buena parte, Martín Criado se sirve de la memoria de su abuelo y de su pueblo, Castrillo de la Vega, quedándonos a veces la duda de si lo que cuenta se da en toda la Ribera o es algo muy específico de un pueblo concreto, algo que no siempre precisa. Tampoco sabemos si esas costumbres y esos ritos se quedaron en el siglo XX o han evolucionado y se siguen manteniendo. Sabemos que ya no se trilla, que la vendimia se hace de otro modo, que las matanzas han devenido en fiestas colectivas, promovidas por las asociaciones, donde lo de menos es la forma de matar el cerdo, entre otras cosas porque la normativa es muy restrictiva al respecto.

Un libro de estas características no puede abarcarlo todo, en este sentido echamos en falta algún lado de la vida, quizá un mayor protagonismo de las mujeres, y sin duda la parte musical, tan ligada a nuestras vidas.

Una hilera de personas portando antorchas a un lado del lavadero
Araúzo de Miel- canto de las marzas

 Autor: Arturo Martín Criado

Título: Anuario de tradiciones de la Ribera del  Duero (siglo XX)

Edición del autor

Año: 2024

ISBN:  979-8333184528